A una verdadera amiga no le importa si no tienes dinero, estás de malas, cuánto pesas, si tu casa es un desorden, en qué auto andas, tu pasado, o si tu familia está llena de gente loca. Sus conversaciones se continúan en dónde se quedaron, aunque haya meses entre ellas. Te quiere por quien eres.
Esto viene también de una cadena del caralibro que, en este caso, vi por Fabi, mi hermanita nica. Me hizo pensar que, también era justo, como hice con mis amigos, escribir algo para mis amigas.
Mis amigas son mujeres fuertes, mujeres invencibles. Mujeres con tanta energía que juntas podemos hacer girar al mundo, incluso contra su rotación normal. Juntas habitamos esta tierra y, sí, lo podemos todo.
Hacia ellas estoy llena de admiración, de gratitud, de amor. Porque las he visto mil veces superar situaciones que uno creería capaces de destruir el ánimo y la esperanza de cualquiera. Porque las he visto rehacerse de sus tristezas, de sus enojos, de sus pérdidas y seguir adelante cada vez más fuertes, más sabias. Porque me ha conmovido infinitas veces su generosidad para dar y para darse, para regalar su tiempo y su energía a los que aman; su capacidad para transformar el aire a su alrededor sólo con su presencia, con su sonrisa.
Mis amigas son excelentes hermanas, tías, sobrinas, primas, incluso madres varias de ellas. Mujeres comprometidas con su profesión, entregadas en el trabajo que han elegido. Algunas activistas, otras simplemente, pero igual de importante, ciudadanas que se esfuerzan por ser un ejemplo de civismo, por evitar los actos de corrupción, impunidad, violencia y abuso que lastiman a nuestra sociedad. Y encuentran la forma de equilibrar los distintos papeles que juegan con pasión y con compromiso.
Con ellas he aprendido que como mujeres sí somos la vida, a un nivel que va más allá del reproductivo. Somos las que sostenemos el orden interno del mundo, y a menudo el externo. Y que por eso cuando decidimos que hay algo más importante que la vida en sí misma (el cambio político, espiritual o social) no hay fuerza humana o sobrenatural que nos pueda detener.
Gracias a todas por estar en mi camino, el tiempo que haya sido. Gracias a las que han pasado por alguna etapa de mi vida, y más gracias a todas las que han quedado. Ustedes son las flores de mi jardín. Las amo y la vida a su lado siempre ha sido más feliz, menos áspera, mejor.
(Mi entrada anterior sobre la amistad no tenía la intención de herir ninguna sensiblidad, reabrir ninguna herida vieja, atizar pleitos pasados, ni mucho menos iniciar nuevos. No era para tirar pedradas --no me queda, ya sabemos--, sólo fue la respuesta intelectual a una discusión sobre mundos posibles. A veces peco de imprudente, pero eso también ya lo sabemos todas y juro no es mala leche. Abrazos. )
2 comentarios:
Noto que te cuesta más escribir sobre las mujeres o por lo menos de mujeres amigas. Deduzco que te llevas mejor con los hombres. Te dejé un comentario en tu entrada "Anticipos de mi muerte. ¿Y si fuera hoy?" Saludos!
Hola Sandra. En realidad, numéricamente, sí tengo más amigos hombres que mujeres. Pero con las mujeres tengo relaciones en general más duraderas, a veces más entrañables. Abrazo.
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