martes, 12 de abril de 2011

Si tienes un hombre maravilloso...

"Si tienes un hombre maravilloso, que ayuda a balancear tu mundo, que para ti es perfecto, que te hace reír, que te demuestra su apoyo, que es tu mejor amigo, aquel con quien quieres envejecer, entonces copia esto en tu muro".




Lo leí en el tuiter de mi mejor amiga. Y pensé en cuántos hombres maravillosos (y desde luego, mujeres también) hay en realidad en mi vida. Que son perfectos para mí, no porque desconozca sus defectos, sino porque con el tiempo éstos han devenido en razones para quererlos también. Hombres cuyas virtudes admiro, cuyas vidas respeto, cuyos caminos he acompañado. Que han estado para mí apoyándome y haciéndome ver el otro lado de la situación cuando lo veo todo oscuro, cuando necesito una sonrisa, un abrazo o simplemente una dosis de humor no excenta de cinismo para reírme de todo y de mí misma y seguir adelante. Hombres con quienes he compartido alcohol y noches de baile, charlas interminables, intercambios de ilusiones y desilusiones políticas, intelectuales, amorosas, vitales. A veces hablamos de cómo seremos cuando seamos viejos y yo siga usando rebozos y luzca mis canas, cuando ellos estén calvos o sordos y sigamos discutiendo por las mismas tontas razones de siempre y riéndonos al recordar los viejos chistes de nuestra juventud.

¿Quién dice que el hombre de tu vida es un solo hombre? El primero de mi vida es mi hermano. Desde luego, mi pareja ocupa un lugar central entre ellos, y entre ambos sumo a varios amigos, algunos antiguos, otros más nuevos. Por estas razones "pego" esto en este "muro". Porque si lo subo al caralibro seguro me tachan de pornográfica, o me llenan de preguntas que no tienen respuesta.




(Además, esta primavera prometí no hacerme preguntas. Sólo para ver que se siente).

domingo, 10 de abril de 2011

En el principio todo fue una semilla

Se dice en India que la semilla del baniano representa al universo porque de una cosa tan minúscula crece un árbol que es inmenso, cuyas ramas crecen hasta encajarse en la tierra y volverse nuevas raíces.

La esperanza también es una semilla. Es una cosa pequeña que crece hasta desbordarte el corazón. Hasta cruzar las fronteras de la piel de un individuo y contagiarse a otros.

Guardemos las semillas.

 Semillas de tierra rebelde que esperan en la sala de mi casa a ser sembradas. Aunque no tenga tierra, aunque él diga que ni hijos ni plantas de frijol.

martes, 5 de abril de 2011

De los vaivenes laborales, o esto que llaman ser adulto

No estoy triste. De hecho, la mayor parte del tiempo estoy contenta.

Sé que en mi ausencia muchas cosas cambiaron, y que no todas fueron para bien.

A veces siento que fue mi culpa por no estar, a veces creo que irme sólo dejó que las cosas cayeran por su propio peso. Que en esto no hay para bien ni para mal. Que las cosas son.

 Are y Nájar. Estaban y ya no están, no igual. Tomé la foto para probar mi cámara el último día antes de tomar el avión. Nunca sabemos cuando una imagen puede ser la última de una época. 

A veces recuerdo que no me gustan los cambios. Otras veces me sorprendo porque en realidad me encantan. El problema es que con estos aún no decido si me gustan o entran en la creciente categoría de las cosas que no quisiera que pasaran, no en mi vida.

A mi regreso me veo más... no sé decirlo. ¿Madura, chalada? Quizá ambas cosas. Lo cierto es lo soy , lo estoy, más que nunca, en un equilibrio por hoy perfecto entre la adolescente  anarco-hippie que nunca dejé de ser y empresaria joven que he llegado a ser. Pero ahora sí, sin conflicto. Al menos por ahora, con una certeza que calculo me durará al menos tres meses.

A mi regreso me doy cuenta de que cada vez hay más cosas que hago y que ya no cuestiono. Así es. Así soy. Así somos. Y sí, para mí todo tiene que tener razones, pero las razones para escribir correos a un cliente transnacional desde un okupa español no pueden ponerse en palabras. Son razones que se resumen en una mirada cómplice bajo la luz de un foco a media noche; que se esconden tras la sonrisa del par de ojos que cada vez encuentro más claros, siempre sus ojos.

Nosotros, los de entonces, en la fiesta de mi cumple 27.
Porque en cualquier lugar que nos juntemos dos compas de aquella época, de aquel lugar, volvemos a estar todos juntos, y así fue en Madrid este invierno.

Y la mayor parte del tiempo, lo único que lamento es no tener el derecho a preguntar qué pasó. Porque sí, yo lo que quiero es saber. Porque odio los malentendidos y las dinámicas estilo la secu. Porque mi apoyo es incondicional, pero eso nada tiene que ver con mi capacidad para entender distintos puntos de vista y mi talento-maldición de ser la primera en encontrar los peros a este imposible que ahora llamamos oficina.
-----------------------------------------------------
Epílogo:
 Unos se van, otros llegan. Lo único cierto es que nunca nos aburrimos. O casi nunca.