jueves, 31 de enero de 2008

La tierra y su producto para quienes la trabajan. Sin maíz no hay país, sin frijol y sin petróleo tampoco.
El campo se ha volcado sobre el asfalto. Los niños, los viejos y los heridos van sobre los tractores. Es la patria herida que desfila por las calles de la metrópoli.
Contingentes de sindicatos, los plantonistas que estuvieron con López Obrador, una cabalgata zapatista.
El olor a caballo y los relinchos me transportan de inmediato al campo, al México profundo. Un hombre de manta lleva un estandarte con la figura de Zapata, el hombre al que como dice Poniatowska, muerto le hacen monumentos quienes matan a los Zapata de ahora.
Luego de recorrer Reforma la marcha pasa frente a Bellas Artes y se dirige hacia el zócalo. Un grupo de hombres bebe frente a catedral. El refresco y la botella aguardan en el piso, al centro de un círculo que mira como los contingentes van llegando.
Cuando camino sobre Madero para alejarme de la multitud llega a mis oídos la versión más desgarrada y larga de la Pantera rosa jamás tocada, mientras el atardecer ya había caído. "Ojalá la música convenciera a estos cabrones", reza el letrero al pie de la saxofonista de melena larga y lentes oscuros instalada en la esquina con Isabel la Católica.
Una señora desmayada fuera de la Casa de los Azulejos. Pienso que su agonía es una metáfora del campo: su boca entreabierta deja ver un único diente, su cuerpo extremadamente delgado yace sobre el suelo, tiene los ojos cerrados y apenas respira. Me acerco para ayudar a las personas que le prestan los primeros auxilios, pero me voy en cuanto llega la ambulancia convocada por los policías.
La noche es un largo lamento. Encuentro a un tatuador sobre su bicicleta que me ofrece una probada de su cono de helado para reanimarme. Sonrío triste y me ahoga la impotencia de saber que quizá hoy es demasiado tarde. Mejor tarde, me dirá unos días después Irsha y yo le querré creer.

lunes, 28 de enero de 2008

Nacer en un tiempo que termina, leve certeza...

El título es una frase de Jeannette L. Clariond, poeta mexicana, de un libro llamado Los momentos del agua.

Tal vez nacimos en la época equivocada, cuando ya no había nada que creer. Tal vez no. Y definitivamente, no debemos flagelarnos porque no fuimos la generación de 68, del mayo francés y la primavera de Praga... es porque ellos fueron ellos que ahora nuestras posibilidades son otras.

Ellos (los hippies) tuvieron todo más fácil y ya graduados nos llenaron de cosas que ni se imaginan. Problema sque no puede resolver: sida, drogas, violaciones, películas tontas, un desinterés por todo. Ellos lo tuvieron todo: música, cambios políticos, ideólogos, guías espirituales, escritores, pintores, cineastas cools. Pudieron cambiar el mundo. Y lo lograron: liberaron al sexo y nos llenaron de filmes porno; aceptaron la marihuana y nos dejaron inventos como el crack; creyeron en Lenin y lo cambiaron por el libre comercio; tuvieron a Warhol y publicaron El mil chistes; tuvieron el rock y lo cambiaron por el disco; eran los hombres con mil causas y no pudieron ni con una; estudiaron de todo y terminaron trabajando como retardados profesores de inglés o como mecánicos. Y se quejan de nosotros. ¿Por qué? Porque sobrevivimos. Tal vez no creemos en algo, pero sobrevivimos. Los hippies no reciclaban y se decían amigos del planeta; nosotros o reciclamos o nos podrimos. Fácil. Sin elección. Ellos inventaron el amor libre y ahora el sexo casual no existe, es mortal. (...) Sobreviviremos, lo sabemos, y sabemos que aunque peleemos por cambiar algo, cualquier cosa, no la cambiaremos.


Fran Ilich, Metro-pop
Ediciones SM, Gran Angular, México, 1997.
p. 26 y 27


¿Qué me dices a eso, William Hiarmes?

Dos de Aldo Alba y estampa de un borracho en autobús

Los poetas nacieron sin esperanza
y no supieron que eran poetas
hasta que el dolor los tocó.
--A.A.


No me gusta la verdura

¡Qué sería de mí sin poder llevarme a la boca y el corazón
el terror
de la vaca muerta a palos,
sin la sangre y el dolor del cerdo acuchillado
o el delirio d ela gallina enloquecida con hormonas!
¿Qué haríamos sin
tragarnos ese sufrimiento?
¿Sin cadáveres resptando por nuestros intestinos,
sin la pubrecina escorriéndose por los ojos?


Mi Magnum y yo

Me gustaba dormir con ella
(si lo hubieran sabido las
mujeres sentirían celos del metal pulido),
pero puedo jurar que entre ella y
yo sólo hubo admiración.
Era fría, sabía a aceite, era muy peligrosa --en
eso se parecía a las mujeres.
Se fue por falta de dinero (como hacen algunas mujeres).
Sólo me quedó encomendarla a la brutal divinidad de las armas
pensar en su aterradora capacidad de volar en pedazos a quien sea:
un genio, un loco, una puta o un santo.
¡Que jamás hable su idioma balístico en
la carne de nadie!
Pieza de artillería portátil.
Sueño posible.
El epígrafe y los dos poemas son de Aldo Alba, antologado en Hasta agotar la existencia II, publicado por editorial Resistencia.
Y la historia del borracho... digamos que se reduce a un día gris de tantos en la ciudad monstruo, cuando regresaba a mi casa y en el camión (el que va todo Eje Central hasta el reclusorio Norte) topé con un tipo que acababa de hacer sus compras en el centro: unos lentes de los que se doblan para caber en un micro estuche, un encendedor con foquitos que ya envidiarían varios antros... Su rostro revelaba el dolor de un animal salvaje atrapado en cuerpo de rata citadina. Pasando Garibaldi sacó de su mochila una cerveza de lata para apagar la ansiedad que lo quemaba.

jueves, 24 de enero de 2008

FSM en la ciudad monstruo. Martes 22: Organizadores del FSM


Entonces yo tenía dieciséis años. Era el 2000, el Foro Social Mundial estaba recién nacido y el movimiento zapatista andaba en uno de sus apogeos. Yo vivía (como aún hago de vez en cuando) o sobrevivía en la Ciudad Monstruo. Por supuesto, no fui a Porto Alegre. Y, aunque me apene decirlo, tampoco fui al Zócalo ni a Rectoría de la UNAM cuando los del color de la tierra llegaron en marcha a esos citadinos parajes --con sus pasamontañas y el recuerdo de sus muertos. No me excuso diciendo que era joven y más temerosa porque se sobreentiende.

Es martes 22 de enero de 2008. Tengo 24 años, como 24 tiene el EZ (los dos nacimos, cerca en tiempo aunque lejos en distancia, un 17 de noviembre de 1983). Me enteré del FSM en mi amada-odiada-insufrible-añorada ciudad por correos electrónicos, y, trabajando tan cerca del Zócalo no pude dejar de ir.

Ahí estaban las carpas blancas (casi juraría las mismas de los campamentos enchulados de cuando era un honor, estar con Obrador) con el desorden físico que encontré en Cancún cuando la OMC y el suicidio de Lee Kyung Hae: papeles regados, mesas vacías, curiosos vagando, jóvenes despistados tratando sinceramente de ayudar... Contuve mi desilusión, igual que hice en el infierno verde del sureste, porque pudo más mi esperanza. Y cuando me acerqué a platicar con la gente supe de cierto que las carpas temáticas apenas se estaban organizando. Que ese día sólo sesionaría la mesa central, pero que el caos era más parte del ser foro y ser mundial que de las debilidades del otro mundo que queremos posible.

Visité a una organización venozolana (ninguna preferencia chavista particular, sólo le vi cara amable a la compañera que callaba el hambre con tacos junto a la mesa llena de folletos) y dí una vuelta por la carpa de derecho a la ciudad y al hábitat, donde topé con fotos pegadoras pero ordenadas de acuerdo a un concepto no muy bien explicado (a lo mejor soy tonta o no me detuve suficiente, pero lo que creí un problema local se ilustraba con fotos de bebés y niños no precisamente mexicanos que sufren problemas de salud debido al daño del medio ambiente).

Vi a una organización dedicada a la vivienda sustentable montando su taller de cómo construir casas con adobe y pacas (la alternativa ecológica al Infonavit, o el regreso a nuestras raíces, usted decida), un bellísimo montaje de motivos indígenas sobre un escenario donde una reportera de Canal 22 hacía una entrevista y un montón de voluntarios jóvenes tratando de sonreír y organizar pese al sol y pese aún no saber del todo lo que pasaba (o tal vez es sólo que era martes y lo mejor pasaría a partir del miércoles).

La foto es de otro FSM. Cortesía de google imágenes, porque también junto al desmadre altermundista se posa para la cámara.



En la mesa central escuché a tres de los cuatro ponentes. Dos de ellos (un brasileiro y un francés) parte de los organizadores del FSM.

Del brasileiro me enamoré y me asombré. Me hizo preguntarme, cómo siendo Brasil también latinoamérica pude estar a años de nosotros en ciertas formas de lucha, en ciertas formas de plantear las preguntas. Por ejemplo, él no habló de la política vieja: nada de partidos, Estado, ni esos dinosaurios. Habló de redes, economía solidaria, experimentos de una moneda común basada en la justicia económica y la práctica del pensar global y actuar local. Dio datos asombrosos: en su país más de la mitad de quienes compran por internet son de clases medias bajas y bajas. (Mi resumen en perífrasis: A quién perteneces más la red de redes, ¿al hacker o a Gates? ¿Al que consulta la Bolsa o al que entra a la página de la Z, "salvajemente grupera"?)

El compa francés, como buen heredero de Montesquieu y la Revolución (Francesa, claro) no podía dejar de hablar de la vieja política, aunque fuera para criticarla. Habló de que la izquierda ha cambiado, y se ha dado cuenta de que la aspiración que hará otro mundo posible no es la de tomar el Estado. Resumió los intentos del siglo XX por tomar el Estado (Una las columnas en su cabeza: asocie usted el movimiento con el modo en que, de un modo u otro, no triunfó o no ha triunfado): los maoístas en el campo, los trotskistas en las fábricas, los social demócratas mediante las elecciones. (Nota al pie: su comentario lo hizo para los mayores de 30 años, porque tal vez ya se creyó que la televisión nos robó la memoria histórica a las nuevas generaciones, o quizá porque nos considera libres de viejas discusiones fraccionarias... o por pura arrogancia, o por calor)

El mexicano, haciendo caso omiso de lo anterior, o tal vez cerrando el triángulo perfecto, sacó su mejor tono de la vieja izquierda (léase sindicialista de la guardia antigua o político perredista, no juzgo, intento describir) para arengar a los asistentes a levantarse contra los bancos del lucroy buscar crear una banca popular que nos dé al pueblo de manera justa --sin intereses exorbitantes-- el dinero que nosotros mismos hemos sudado (es cita casi textual). Lo mejor de la ponencia: su ofrecimiento de asesorar en el establecimiento de tales bancos, que se ofrecerá en la carpa dedicada al tema.

De los comentarios hago breve resumen: una indígena nahua que pide que no llamemos a los pueblos indios pueblos, sino naciones (nación zapoteca, nación otomí... y así) porque para ella la unidad lingüística hace una nación y todos somos pueblo. (Mi ignorancia o la sospecha de verdades de perogrullo me impiden comentar).... Un compa del norte vestido de blanco que habló de que el otro mundo posible será realidad en la medida de otros seres humanos posibles... Una chica de República Dominicana con un buen discurso que prendió a los asistententes... Un sindicalista electricista con su "No a la privatización".... Un posible priísta resentido disfrazado de amarillo (léase con humor perredista) que ensalzó a los plantones pro AMLO de Reforma como un ensayo de democracia (sic) --seguido de vítores y chiflidos alternativos-- e hizo la lúcida sugerencia de cambiar el "mandar obedeciendo" por el "coordinar acatando".... Y el último que oí, un señor todo sabiduría popular de la buena, que dijo que lo de los bancos populares está muy bien, pero que al final existe el humano riesgo de que "nosotros" (los del dinero del pueblo) resultemos más "ratas que los del gobierno".

Segunda noche de insomnio en el mes. Como me ha enseñado el buen Arturo, algo productivo (o, por decir lo menos, alternativo a ver infomerciales) se puede hacer cuando no se duerme. Esta es mi breve reseña, desde el corazón y el desvelo, del primer día del Foro Social Mundial (FSM) 2008 en la ciudad de México. (Nada personal contra la izquierda que aún busca la vía política electoral. Disiento, respeto, nos reímos ustedes y yo.)

lunes, 21 de enero de 2008

De Molière sobre la escritura

Escribir es como la prostitución: Primero lo haces por amor... después lo haces por los amigos y acabas haciéndolo por dinero.

jueves, 17 de enero de 2008

Y dicen que los intelectuales siempre escribimos la historia desde fuera... Respuesta paranoica-crítica

Me lo dijo con tino doloroso cuando me iba a India. Se cumplían tres meses de la toma de poder de un presidente de derecha (ultra derecha represiva, podríamos especificar), que llegó al puesto tras unas elecciones bastante cuestionadas, ensombrecidas por el añejo fantasma del fraude electoral.
Al principio casi me ofendí, después hice de ello justificación, y ahora lo entiendo en su justa medida: Sólo desde afuera se puede escribir la historia (ni que hablar de la Historia) porque afuera hay que estar para tomar una sana distancia de los acontecimientos y sus protagonistas, para formar una visión panorámica construida por la mirada de muchos ojos. Porque la historia se escribe en pasado y no en presente, se escribe no como ocurrió, sino como la recordamos, y se escribe no sólo para la memoria en sentido inocente, sino para la memoria con una dedicatoria perfectamente intencionada.
Hoy sé que si las condiciones se ponen como en la Argentina de Videla (y pre Videla), la España franquista o el Chile que siguió al golpe contra Allende, yo me iría. No porque no ame con locura, delirio y realismo a México, sino porque sería incapaz de quedarme a ver el horror. A ver caer a tanta gente que amo, a arriesgarme a traicionar alguna lealtad insinuando cosas que no sé.
Cada día, al abrir el correo cumplo la ceremonia dolorosa de enterarme cómo la represión va ganando fuerza en el país. Primero Atenco, ahora Cananea y la propuesta para que la policía pueda entrar en tu casa, donde la letra pequeña que ningún político dice, pero varios leemos con temor especifica: no sólo si eres presunto narcotraficante, sino también si eres indeseable para el sistema, es decir, opositor, base de apoyo, estudiante alebrestado, rojo furibundo o activista empedernido.
Y cada día recolecto los documentos, las historias, las frases, las pinceladas, de cómo poco a poco el miedo se nos impuso al deseo de ser libres y preferimos como sociedad la violencia antes que el desorden.
Ojalá y esta sea sólo un anticipo paranoico alimentado por un día de malas noticias.
Sin reproches, mi respuesta: Exilio no es si me voy, es si dejas de dolerme.