lunes, 22 de marzo de 2010

La gente feliz no tiene historia

Oí una canción de Anthony and the Johnsons y me acordé de ti, de nosotros, de cuando nos mudamos. De la luz blanca de esa época, de nuestro armario lleno de cajas que fui descubriendo. De tender la cama oyendo ese disco, e oírlo al atardecer a todo volumen. Y me dieron ganas de llorar porque era tan feliz entonces, yéndome en sandalias al centro y comprando banderillas de queso para cenar en las noches.

Y de llorar más porque soy tan feliz ahora caminando durante los quince minutos que hacemos de camino, viendo pelis los fines de la semana, jugando a la oficina, cuando me asoleo en el patio o nos tendemos rendidos en los sillones verdes de no quería nos diera tu hermana.

No me acuerdo donde leí que la gente feliz no tiene historia. Pero no es cierto, lo que pasa es que tenemos otra historia que no se puede contar porque no es de palabras, sino de colores, de luz filtrándose por las cortinas, de macetas floreciendo junto a la ventana, de platos sobre la mesa, de chistes tontos que no se pueden explicar.

Eres el mejor de mis viajes. El amor dura hasta que se acaba y es eterno mientras dura.

 Los amantes del círculo polar de dreamergirl

[Seguro te conté que me la pasé llorando la primera vez que vi esa película. Que me acordaba de ti y traía la cara mojada y los zapatos encharcados. Qué llorona. soy].

martes, 16 de marzo de 2010

Lhasa de Sela

La primera vez que la escuché fue en casa de un amigo, con la luz baja, tomando vino frente a una mesa atestada de libros. Me encantó. Él me dijo que había pasado su infancia errante y que había sido parte de un circo. 

En Baja California, seguro en Rosarito o alguna de las playas del norte, le canté a E. la canción de "Para el fin del mundo o el año nuevo".

Compré sus discos de La Llorona y The Living Road, y hoy buscando sus canciones en YouTube me enteré que murió de cáncer en enero.


Este año ha muerto demasiada gente: Lhasa, Esther Seligson, Carlos Montemayor... Y apenas es  marzo.

jueves, 11 de marzo de 2010

De Benedetti

Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas.
Defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas, de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias y los graves diagnósticos.
Defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía, de los ingenuos y de los canallas, de la retórica y los paros cardiacos, de las endemias y las academias.
Defender la alegría como un destino, defenderla del fuego y de los bomberos, de los suicidas y los homicidas, de las vacasiones y del agobio, de la obligación de estar alegres.
Defender la alegría como una certeza, defenderla del óxido y la roña, de la famosa pátina del tiempo, del relente y del oportunismo, de los proxenetas de la risa.
Defender la alegría como un derecho, defenderla de dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte, de los apellidos y las lástimas del azar, y también de la alegría misma.

Mario Benedetti


martes, 9 de marzo de 2010