martes, 19 de mayo de 2009

Onetti: lugares que están en ninguna parte

Este mes ha sido el mes de Juan Carlos Onetti. La obra del uruguayo es densa, poblada de seres fracasados que escapan de la realidad a través de la fantasía, el alcohol o el sexo. Dejo unas citas de dos de sus obras sobre Santa María (su Comala o Macondo personal): Dejemos hablar al viento y El astillero.

"Es fácil dibujar un mapa del lugar y un plano de Santa María, además de darle nombre; pero hay que poner una luz especial en ada cadasa de negocio, en cada zaguán y en cada esquina. Hay que dar una forma a las nubes bajas que derivan sobre el campanario d ela iglesia y las azoteas con balustradas cremas y rosas; hay que repartir mobiliarios disgustantes, hay que aceptar lo que se odia, hay que acarrear gente, de no se sabe dónde, para que habiten, ensucien, conmuevan, sean felices y malgasten". p. 51

(Se estuvo riendo sin burla; no creaía, simplemnte. Pero como yo estaba enloquecido de amor por ella y además ella no me importaba, pude soñarla en la mñanaa gris, avanzando a la orilla del agua, pequeña, encogida y friolenta, buscando alos pescadores, buscando herir al mundo y, tal vez, de paso también a mí dormido, ausente, arropado, incapaz de quererla como ella había imaginado el amor.) p. 98

Llegamos a la casa y la vimos cerrada, muda y ciega; vimos nuestras maletas en lo alto de la escalera de entrada; vimos, clavado en la puerta el cartel que decía: EL VERANO SE ACABÓ (...). p. 102

La dejé ir y estuve esperando mientras me sentía estafado y moribundo de amor. p. 104

Ella o él que se querían desde los catorce años por encima y por debajo de todas las plabras conocidas y de todas las palabras que un genio o un imbécil tartamudo pudiera componer para expresar lo indecible, para empequeñecer y manchar aquella pureza de setenta y cinco años. p. 127

Medio mes o veinte días vivimos en la cama y el cielo iba cayendo pulverizado en el cuarto (...). Detrás de la consabida ordinariez del tipo estaba el día claro enmarcado por la complicada geometría de la pared quebrada. La gran bola asesisna del Señor giraba lenta sobre un fondo azul ya teñido de otoño. p. 129

Recordó que había nacido para la espera ciega y estúpida, para un corto estío, para una serie de puntuales decepciones con las que era necesario construir una vida. p. 221

Juan Carlos Onetti, Dejemos hablar al viento, Barcelona, Seix Barral, 1984.


Sospechó, de golpe, lo que todos llegan a comprender, más tarde o más temprano: que era el único hombre vivo en un mundo ocupado por fantasmas, que la comunicación era imposible y ni siquiera deseable, que tanto daba la lástima como el odio, que un tolerante hastío, una participación dividida entre el respeto y la sensualidad eran lo único que podía ser exigido y convenía dar. p. 299

Juan Carlos Onetti, El astillero, Colombia, Editorial La Oveja Negra, 1984.


lunes, 18 de mayo de 2009

Por los que se van... el poema que le dedicó Miguel y Viceversa

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma

no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios

no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana

y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo


Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

Ambos poemas de Mario Benedetti, poeta uruguayo que murió un domingo de lluvia.

Decepcionada del fin del mundo, o la primavera de la influenza

He soñado con el fin del mundo un par de veces. Y en mis momentos más lúcidos digo que el mundo se ha acabado en realidad muchas veces. Pero de todos los apocalipsis que imaginé posibles, ninguno tan decepcionante como la gente con cubrebocas en el metro, las calles desiertas y las noticias una y otra vez con lo mismo de la influenza.

Mejor la canción de Lhasa: "Llegarás mañana para el fin del mundo..."


La imagen, tomada de:karenastrid.deviantart.com




Epidemia de pánico, del flickr de Eneas.