Me lo dijo con tino doloroso cuando me iba a India. Se cumplían tres meses de la toma de poder de un presidente de derecha (ultra derecha represiva, podríamos especificar), que llegó al puesto tras unas elecciones bastante cuestionadas, ensombrecidas por el añejo fantasma del fraude electoral.
Al principio casi me ofendí, después hice de ello justificación, y ahora lo entiendo en su justa medida: Sólo desde afuera se puede escribir la historia (ni que hablar de la Historia) porque afuera hay que estar para tomar una sana distancia de los acontecimientos y sus protagonistas, para formar una visión panorámica construida por la mirada de muchos ojos. Porque la historia se escribe en pasado y no en presente, se escribe no como ocurrió, sino como la recordamos, y se escribe no sólo para la memoria en sentido inocente, sino para la memoria con una dedicatoria perfectamente intencionada.
Hoy sé que si las condiciones se ponen como en la Argentina de Videla (y pre Videla), la España franquista o el Chile que siguió al golpe contra Allende, yo me iría. No porque no ame con locura, delirio y realismo a México, sino porque sería incapaz de quedarme a ver el horror. A ver caer a tanta gente que amo, a arriesgarme a traicionar alguna lealtad insinuando cosas que no sé.
Cada día, al abrir el correo cumplo la ceremonia dolorosa de enterarme cómo la represión va ganando fuerza en el país. Primero Atenco, ahora Cananea y la propuesta para que la policía pueda entrar en tu casa, donde la letra pequeña que ningún político dice, pero varios leemos con temor especifica: no sólo si eres presunto narcotraficante, sino también si eres indeseable para el sistema, es decir, opositor, base de apoyo, estudiante alebrestado, rojo furibundo o activista empedernido.
Y cada día recolecto los documentos, las historias, las frases, las pinceladas, de cómo poco a poco el miedo se nos impuso al deseo de ser libres y preferimos como sociedad la violencia antes que el desorden.
Ojalá y esta sea sólo un anticipo paranoico alimentado por un día de malas noticias.
Sin reproches, mi respuesta: Exilio no es si me voy, es si dejas de dolerme.
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