martes, 15 de julio de 2008

También de desesperanza se muere, de hastío, de tristeza

No existe la muerte. Sólo existe el muerto. El muerto vive, llega como un intruso, nos visita, y de pronto me sorprendo gestos de muerto, ademanes, caídas, renunciaciones de difunto. Yo ya lo sé y lo pienso. "Esto es cosa del muerto", me digo, cuando el vientre me llora, cuando olvido un papel en el tejado, cuando pienso en una mujer conocida como en un enser o en un apero. Esto es cosa del muerto. El muerto se va posesionando de mi vida, el muerto que seré y que ya voy siendo, como cuando a uno le dan un cargo, un empleo, un oficio nuevo, y se extraña a sí mismo y se desdobla en dos. Cuando el muerto se ha posesionado de todas tus cosas, que la veredad es que no le hacen ninguna falta ni ninguna ilusión, pero que las codicia, entonces te mueres.

(...) el muerto no hace acto de presencia hasta cierta edad. Aparece un día, con motivo de una enfermedad o de un pésame, y ya se queda para siempre. Creíamos que se había ido, como un amigo enlutado, pero vuelve. Ya sé que no se irá definitivamente. Antes tenía temporadas de muerto. Ahora vive conmigo como realquilado. El muerto que soy, qu seré. (...) Y escribo mucho por huir de él, pues a lo único que no ha aprendido todavía mi muerto es a escribir. Creo que no aprenderá nunca. Al muerto no le gusta que yo escriba. (...) Cree que me voy a escapar por la escritura, como si la máquina fuese un bólido o una bicicleta. Y la verdad es que yo escribo como si pedalease, huyendo siempre de algo.

Uno se va acostumbrando a convivir con su cadáver. Es incómodo pero a todo se hace uno. (...) Cuando ya has presentado el cadáver en sociedad, cuando lo llevas a todas partes, como un familiar incómodo, cuando ya todo el mundo sabe que eres tú y tu muerto, que eres tu mitad muerta y tu mitad viva, resulta que un día descubres, en el retrete o en un taxi, que ya eres sólo muerto, todo muerto, que el muerto te ha suplantado, y sobreviene el horror, porque ya no soy un vivo soportando a un muerto, conviviendo con él, sino un muerto que se acuerda de aquel vivo como de un amigo lejano y alegre, demasiado alegre, que más le vale haya desaparecido para siempre.

Francisco Umbral, Mortal y rosa

Seguro adivinarás el mensaje oculto: otra de mis artimañas para que cumplas la promesa. Y un poquito de nostalgia, y un mucho de ganas de abrazarte antes de que el Campos y yo desertemos de tu caso.

No hay comentarios.: