jueves, 31 de julio de 2008

Cómplice/rival. Para la palmera, veinte años después

Ayer murió Alejandro Aura. Víctima de la curiosidad morbosa, no pude evitar fisgonear lo que ponía Carmen Boullosa en su blog. Y encontré este texto estremecedor. Supongo que si listara mis modelos de pareja ideal Aura y Boullosa estarían en la lista. Me conmovió muchísimo la honestidad de Carmen, de reconocer que alguien que amamos puede ser nuestro cómplice, nuestro amigo, pero también nuestro rival y nuestra pesadilla. Sí, sé lo que es eso.

Fue un cocinero maravilloso, y bailaba como un ángel. Le encantaba pasear. Fumaba un puro al día. No le gustaba ir al cine. Era un lector atento y voraz.Compartí con él durante dos décadas grandes alegrías y también momentos muy difíciles. Tuvimos dos hijos maravillosos, María Aura y Juan Aura. Juntos tomamos el teatro bar El Cuervo que nos traspasaron Jesusa, Liliana Felipe y Horacio Acosta en 1984. Después abrimos El Hijo del Cuervo, empresa que yo abandoné en el 2000. Montamos obras de teatro, cargamos cajas de vino, adquirimos deudas, las pagamos, nos divertimos.Pasé con él muy buenas, regulares y también malísimas, que no vienen a cuento. Fue mi compañero, mi amigo, mi cómplice, mi rival, mi pesadilla (tampoco viene a cuento), mi referente, mi problema y mis soluciones. Me tocó de todo con él, pero las buenas son las que conservo.

Y para cerrar, unos versos de Aura.

.... que inventé una ciudad para destruirme.
Sobrada de
llanto la que iba a ser
lugar para consuelo,llena de horror la que iba a ser
preciosa.
Mutiladas las partes de la dicha
los citadinos buscamos en el
cine,
en las revistas, en los diarios,
en las calles populosas
unos
ojos ajenos
en los cuales un ancla nos detenga...

Volver a casa, INBA/Joaquín Mortiz, 1974;
CONACULTA/Verdehalago, La Centena, Poesía, 2004.

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