domingo, 6 de abril de 2014

A fin de cuentas

¿Te acuerdas de tu amor por Silvio, de tu ceguera frente al que para mí era su sentido más transparente, de tu "pérdida de la inocencia"? ¿De tu Era que paría corazones, de la noche escuchando a Filio en un local que más que lugar abría puerta a otro tiempo? 
¿Te acuerdas cuando cantábamos a Silvio paseando frente a casa de mi madre? ¿Cuando descubrí tu voz en el zócalo oscuro, cuando Oceransky y la escalera y mis lágrimas?
¿Me recuerdas cantando Playa Girón cada mañana, yendo con mi mamá al zócalo para escuchar a los jóvenes inconsecuentes gritando "házme un hijo", "si fuera vieja mis nalgas serían tuyas"?


¿Recuerdas? Tengo recuerdos también de cosas que no han pasado.
A fin de cuentas no somos mas que una suma de árboles, de calles y alumbrado público, hemos absorbido un poco de casas, de pastos, de transportes, respiramos los colores de la tarde, hemos bebido de los niños jugando afuera, una a una hemos saboreado las peleas, los festejos, no hablamos más que de nuestra tierra, contamos nuestro barrio, escribimos las calles, las paredes y los olores. Y no conocemos más mujer que la que habita a lado, hemos retratado tantas veces nuestro entorno que ahora los viajes y las postales nos confunden.
Volvemos al hogar y ya no miramos lo mismo, no encontramos lugar en nuestra cama, en los besos, y la comida se nos hace nudo a mitad del pecho entre la espalda. Propongo como solución el encadenamiento perpetuo a la pata de mi silla o de mi cama, el alimento constante pero sin variaciones y que los besos que se precisen desde la edad temprana, sean cubiertos siempre de acuerdo al tiempo de la mujer que uno ama.
Edel Juarez (la letra, tomada de aquí)



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