martes, 2 de septiembre de 2008

El whisky es de Huixquilucan y el color dunia

Bar internacional

 

— ¿Qué va a tomar caballero?

— Pues, para recordar mi tierra, tráigame por favor un whisky doble.

— El taimado camarero analizó la elegante figura del cliente, reparó en sus rasgos evidentemente chichimecas y, con mal disimulada sorna, espetó:

— ¿A poco el señor es de Escocia?

— No, amigo. Soy de Huixquilucan.

 

Otto Raúl González, Sea breve, Ediciones del ermitaño, 1999)

 

Dunia

 

Dunias son las sonrisas que intercambian,

bobalicones, los enamorados,

dunia es la flor que no se mira nunca,

y es dunia también la primera sonrisa

de un recién nacido.

 

Dunia es el color de todo lo inmaterial,

es el color de la ausencia,

el color de los adioses

y el color con que la música y la poesía

se presentan cuando echan la casa por la ventana.

 

La piel de un potrillo o de un becerro

de tres días es de un dunia intenso,

lo mismo que las perlas en embrión,

las estrellas que no se ven desde la tierra,

los pétalos no abiertos de las flores

y los ojos de los niños que duermen

en el claustro materno.

 

Lo no tocado todavía es dunia,

como la atmósfera de los espejismos

y las plumas de los pájaros

que oímos cantar, pero no vemos.

 

Los lagos y los ríos que nadie ha descubierto

en estas selvas vírgenes de América

agitan aguas dunias

que dejarán de serlo en cuanto sean vistas.

Dunia…Dunia…Dunia...


Otto Raúl González, Diez colores nuevos, Editorial Praxis, 1993.

 

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