Bar internacional
— ¿Qué va a tomar caballero?
— Pues, para recordar mi tierra, tráigame por favor un whisky doble.
— El taimado camarero analizó la elegante figura del cliente, reparó en sus rasgos evidentemente chichimecas y, con mal disimulada sorna, espetó:
— ¿A poco el señor es de Escocia?
— No, amigo. Soy de Huixquilucan.
Otto Raúl González, Sea breve, Ediciones del ermitaño, 1999)
Dunia
Dunias son las sonrisas que intercambian,
bobalicones, los enamorados,
dunia es la flor que no se mira nunca,
y es dunia también la primera sonrisa
de un recién nacido.
Dunia es el color de todo lo inmaterial,
es el color de la ausencia,
el color de los adioses
y el color con que la música y la poesía
se presentan cuando echan la casa por la ventana.
La piel de un potrillo o de un becerro
de tres días es de un dunia intenso,
lo mismo que las perlas en embrión,
las estrellas que no se ven desde la tierra,
los pétalos no abiertos de las flores
y los ojos de los niños que duermen
en el claustro materno.
Lo no tocado todavía es dunia,
como la atmósfera de los espejismos
y las plumas de los pájaros
que oímos cantar, pero no vemos.
Los lagos y los ríos que nadie ha descubierto
en estas selvas vírgenes de América
agitan aguas dunias
que dejarán de serlo en cuanto sean vistas.
Dunia…Dunia…Dunia...
Otto Raúl González, Diez colores nuevos, Editorial Praxis, 1993.
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