¿Qué es un niño?
Entre la inocencia de la infancia y la dignidad de la madurez encontramos una encantadora criatura llamada niño.
Los niños vienen en diferentes medidas, pesos y colores, pero todos tienen el mismo credo: disfrutar de cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día, y de protestar ruidosamente (su única arma) cuando el último minuto se termina y los padre los meten a la cama.
A los niños se les encuentra donde quiera: encima, debajo, dentro, trepando, colgando, corriendo o brincando. Las mamás los adoran, las niñas los detestan, los hermanos mayores los toleran, los adultos los ignorar y el cielo los protege.
(...) Cuando estás ocupado, un niño es un carnaval de ruido, desconsiderado, molesto y entrometido. Cuando quieres que dé una buena impresión, su cerebro se vuelve de gelatina o se transforma en una criatura salvaje y sádica orientada a destruir al mundo y a sí misma.
Un niño es una combinación: tiene el apetito de un caballo, la digestión de un traga espadas, la energía de una bomba atómica, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la imaginación de Julio Verne, la vergüenza de una violeta, la audacia de una trampa de fierro, el entusiasmo de una chinampina y, cuando fabrica algo, cinco pulgares en cada mano.
Le encantan los helados, las navajas, las sierras, las Navidades, los libros de historietas, el chico de enfrente, el campo, el agua (pero no en la regadera), los animales grandes, papá, los trenes, los sábados por la mañana y los carros de bomberos.
(...) Nadie más puede tener en el bolsillo un cortaplumas oxidado, media manzana, un metro de cordel, un costal vacío, dos pastillas de chicle, seis monedas, una honda, un trozo de sustancia desconocida y un auténtico anillo supersónico con un compartimento secreto.
Un niño es una criatura mágica. Puedes cerrarle la puerta de tu despacho, pero no la del corazón. Puedes sacarlo de tu estudio, pero no puedes sacarlo de tu mente.
Mejor ríndete –es tu amo, tu carcelero y tu maestro– una carita sucia, correteagatos, un manojito de ruido.
Pero cuando regresas a casa por las noches, con tus sueños y tus esperanzas hechos trizas, él puede remediarlos y dejarlos como nuevos con dos palabras mágicas:
¡Hola papito!
Alan Beck
Nota multimedia sobre el contenido multimedia: parece que este año he salido del clóset con todos mis gustos musicales "culposos" que para mí no son tales porque, sencillamente, como le dije una vez a
PC me declaro analfabeta musical. Dicho lo cual, deseo aclarar que Pau Rubio no me encanta, pero buscando la versión de Boys will be Boys que vi en la obra de
Julio César su video fue lo único que encontré y no me pareció tan pior.