Con un abrazo para la furia triste de LT
y para la vida que late incesante y contagiosa en RC.
Epitafio
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
Comentario XXX
(san juan de la cruz)
esta salud cumplida cuando
tan uno somos que vos soy/
yo sos/o resplandores como
agrandamientos de la ser
o cambios que son vos/donde entro
saliéndome de mí siendoque
me entrás como señora/fuego
en que ardo hasta arder más/dulzura
que me dejás/ya triste/yéndote/
alba imposible donde el sol
recorre mundos como loco
suave del propio padecer
Velorio del solo
Especialmente anda preocupado
por el tiempo, la vida, otras cositas como ser
morir sin haberse alcanzado a sí mismo.
En esto era tenaz y los días de lluvia
salía a preguntar si lo habían visto
a bordo de unos ojos de mujer
o en las costas del Brasil amando su estampido
o en el entierro de su inocencia (muy particularmente).
Siempre tuvo palabras o pálidos y pobres pedazos
de amores sin usar, de grandes vientos,
trece veces estuvo por entrar a la muerte
pero volvió, de acostumbrado, decía.
Entre otras cosas quiso
que alguno más entendiera este mundo
con lo que horrorizaba a la propia soledad.
Hoy lo velan tan espantosamente aquí mismo,
entre estas paredes por las que resbalan todavía sus puras maldiciones,
desde su rostro cae el ruido de las barbas aún vivas y nadie que lo huela
llegará a imaginar cómo deseaba gozar con el misterio del amor inocente,
darle agua a sus niños.
Mientras devuelve la piel y los huesos prestados al descuido
mira a lo lejos su figura y se persigue
por lo cual sin duda pronto
va a empezar a llover.
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