jueves, 1 de octubre de 2009

Cuando el mundo era nuevo, y todo pasaba de verdad por primera vez. Una carta que escribí en 2003...

Mi vida está por ahora en otra parte, muchos caminos me seducen a recorrerlos.  Me llaman por igual lo horrible y lo bello, las miserias y las cumbres de la vida.

Estoy releyendo en desorden La insoportable levedad del ser  —quizá nunca te lo dije, pero mi vida se podría contar en libros.  Y si lo hiciera, éste sería uno de los cruciales—.  La primera vez que lo leí fue casi entrando a la universidad, y vuelvo al libro como al agua cada vez que siento encontrarme entre sus páginas. 

La insoportable levedad es un libro hermoso, y como todas las obras de arte tiene la virtud de hablar a cada quien cosas distintas.  Tiene cuatro personajes cuya suma son algo más y algo menos que el yo del autor.  Cuatro personajes que a cada quien le dice algo sobre sí mismo. 

Teresa  es esposa de Tomás.  Tomás le es crónicamente infiel porque su vida es una empecinada búsqueda de la milésima de diferencia que existen entre una mujer y otra al momento del sexo.  Sólo cuando son viejos, Tomás accede a que dejen Praga para irse a vivir al  campo.

Siempre le había reprochado secretamente que no la amaba bastante.  Su propio amor estaba para ella fuera de toda sospecha, mientras que consideraba el amor del él como simple amabilidad. 
Ahora ve lo injusta que ha sido:  ¡Si de verdad hubiera sentido por Tomás un gran amor, hubiera tenido que permanecer con él en el extranjero!  ¡Allí Tomás estaba contento, se le abría la perspectiva de una nueva mida!  ¡Y a pesar de eso se fue de allí!  (...)  ¡En realidad sabía que vendría tras ella!  Lo atraía cada vez más hacia abajo, como atraen las ninfas a los campesinos hacia los pantanos para dejarlos morir allí.  (...)  Le hacía ir tras ella como si quisiese comprobar permanentemente que la amaba, hizo que fuera tras ella hasta llegar a este sitio:  con el pelo cano, cansado, con las manos medio destrozadas, que ya nunca podrán coger un bisturí.  Llegaron a un lugar del que ya no pueden ir a ninguna parte. 
Dios mío, ¿era necesario llegar hasta aquí para que creyera que la quería?
(...)
Teresa se fue a casa y llenó la bañera de agua.  Se sumergió en agua caliente pensando que toda la vida había utilizado sus propias debilidades en contra de Tomás.  Todos tendemos a considerar la fuerza como culpable y la debilidad como víctima inocente.  Pero Teresa ahora lo comprende.  ¡en su caso ha sido al revés!  (...)  Su debilidad era agresiva y le obligaba a constantes rendiciones, hasta que por fin dejó de ser fuerte y se convirtió en un conejito en su regazo.
(...)
Ella había llegado adonde quería llegar:  siempre había deseado que fura viejo.  Volvió a acordarse del conejito al que apretaba contra su cara en su habitación infantil.
¿Qué significa convertirse en conejito?  Significa perder toda fuerza.  Significa que uno ya no es más fuerte que el otro.


Esto es de Sabina.  Sabina es una pintora, una de las tantas amantes de Tomás.  Finalmente ambos dejan de verse, y Sabina se vuelve amante de Franz.

Se acordaba de su encuentro en el compartimiento del tren en Ámsterdam. Aquella vez tuvo ganas de caer de rodillas ante él  y pedirle que la retuviera aunque fuera por la fuerza y que nunca la dejase ir.  Aquella vez deseó que terminara de una vez ese peligroso camino de traiciones.  Deseó detenerse.

Sabina es el personaje de los abandonos en la novela, la que siempre se está yendo, la que queda sola.  La que "traicionó" a sus padres, a su patria, a sus amantes.

Pero para sus adentros añadió lo siguiente:  Franz es fuerte, pero su fuerza se dirige sólo hacia fuera.  Con respecto alas personas con las que vive, a las que quiere, es débil.  La debilidad de Franz se llama bondad.  Franz nunca podría darle órdenes a Sabina.  (..)  hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia.  El amor físico es impensable sin violencia. (...)
Sabina continuó con su meditación melancólica:  ¿Y si tuviera un hombre que le diera órdenes?  ¿Alguien que quisiera ser su amo?  ¿Cuánto tiempo iba a aguantar.  ¡Ni siquiera cinco minutos!  De lo cual se deduce que no hay hombre que le vaya bien.  ni fuerte ni débil.

A veces me siento tanto como Sabina... abandonando, traicionando.  Es un camino que nunca termina, pero es el camino que elegimos algunos.

diciembre de 2003

Milán Kundera
La insportable levedad del ser
México, Tusquets, 2002.

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