Sean realistas, pidan lo imposible
--Consigna del mayo francés
...quieren embalsamarnos la rabia y la indignación,
neutralizarlas otro siglo,
acallar el río subterráneo de nuestra memoria.
--A. Isabel A.
¿Dónde está San Salvador Atenco? Es un pueblo de ejidatarios en el Estado de México, relativamente cercano a la salida hacia Puebla.
Es el pueblo donde el gobierno foxista decidió construir un aeropuerto "alternativo" pese a las notificaciones de múltiples universidades y organismos ecológicos sobre el desastre natural que ello implicaría. Y si se lo preguntan, sí, es el pueblo que se negó a vender sus tierras a peso y dos pesos metro cuadrado, y defendió su negativa empuñando machetes frente a las cámaras de televisión. Y si solo así lograron defender su propiedad y su forma de vida fue culpa de todos: de los gobernantes irresponsables que decidieron eso contra toda lógica, y de la sociedad indiferente que sólo respondió al relumbre de la hoja de acero y no a los comunicados de prensa y recomendaciones de universidades.
Atenco es también el pueblo donde el 3 y 4 de mayo de 2006 las policías federal y la del Estado de México cometieron actos brutales de represión contra población civil. Todo empezó por un conflicto entre comerciantes de flores, y terminó con muertos, heridos y mujeres violadas.
Es ese acto hirieron a un chico de la facultad de Economía que tenía veintipocos años: Alexis Benhumea. Alexis no murió en Atenco, sino en un hospital, debido a una herida en la cabeza por donde su masa encefálica quedó expuesta.
Se llamaba Alexis, pero pudo ser cualquiera de mis amigos o compañeros que estuvieron en Atenco ese día. Pude ser yo misma. (Para una mirada sobre Alexis, chequen esto).
Recuerdo la graduación de C., mi mejor amiga. Recuerdo que fui con un amigo muy querido, primo de una amiga que es, a su vez, como mi prima. Y recuerdo que terminamos en discusión acalorada por los hechos de Atenco. Él opinaba que el pueblo se había buscado la represión ya que ellos también tenían armas (petardos). Que la policía no iba a soportar de brazos cruzados una agresión. Yo opinaba que el gobierno JAMÁS debe ejercer violencia armada contra la población civil, que existen cientos de métodos más modernos y probados para dispersar multitudes, y que quien tiene el poder debe tener la prudencia de no responder desmedidamente al ataque.
Hoy sigo pensando lo mismo. Lo pienso todos los días. Tuve maestros que perdieron novios y compañeros en la matanza de Tlatelolco en 68. El esposo de una maestra de universidad perdió una pierna durante las torturas de la guerra sucia en los años 80. He tenido compañeros universitarios y de trabajo ex guerrilleros de sesenta y setenta años. He hablado con madres y hermanos de desaparecidos políticos. He estado en lugares marcados por la guerra de baja intensidad contra la población de Chiapas. Todo esto me hace pensarlo: Nada justifica la violencia armada del estado contra los civiles. Nada. Lo creo con la cabeza, pero también con el corazón, con mis ojos que han visto hasta llenarse de lágrimas, con el escalofrío que me ha recorrido la columna.
Los invito a un acto el 30 de abril para exigir castigo a los responsables de las violaciones a derechos humanos ocurridas en Atenco. Quizá muchos no irán, quizá ni yo misma vaya. Pero por favor, piensen en lo que les digo. No me crean, fórmense su propia opinión. Si quieren difúndanlo. Informarnos es nuestra libertad.
Mil besos, no desde el rincón de lo prohibido, sino desde el rincón de lo im-Posible.
Adriana.
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