Todo empezó con un correo sobre Alexis Benhumea, estudiante de Economía asesinado hace más de un año en la refriega de San Salvador Atenco. Alexis, ahora símbolo eterno sin edad, vive en nuestro imaginario. Nunca envejecerá, nunca se traicionará. Sufre el privilegio, o la desgracia de convertirse en mito.
Como sabiamente respondió el Arturo, lo que debemos exaltar en Alexis no es su muerte, que lo insertó en la categoría de los monstruos, sino el amor que lo hizo decidir estar ese día en Atenco, sabiendo o intuyendo el peligro que ello representaba.
Cito al (en esta ocasión muy lúcido) Arturo "¿Será Benhumea un monstruo? ¿Lo habremos convertido en tal? ¿Lo habremos reducido a una bandera de lucha (en el mejor de los casos)? ¿Lo convertimos en un recuerdo que no encuentra memoria para Ser? ¿Será algún día noticia en los grandes emporios de la comunicación? Cuántas preguntas más podremos formular…
"¿Sabes? Ahora que lo reviso me da la impresión de que hemos olvidado que era un ser humano, por encima de cualquier otra cosa… era un ser humano que reivindicó su humanidad al momento de elegir su vida y decidir estar a lado de los habitantes de San Salvador Atenco durante la invasión que este pueblo sufrió por parte del ejercito de policías que tomaron dicha población por ordenes del gobierno federal, estatal y municipal. Trataré de ser honesto y te diré que muchos le robamos su humanidad y lo convertimos en un mártir, le robamos su elección y la proyectamos sobe nosotros mismos, lo convertimos en un monumento sin piedras que lo enclaustró en un discurso."
Dichosos entonces los mártires, a quienes cantamos con paroxismo en las marchas:
Vestidos de verde olivo, políticamente vivos
no has muerto, no has muerto camarada
tu muerte, tu muerte será vengada
¿Y quién la vengará? El pueblo organizado.
¿Y cómo? Luchando.
Entonces lucha, lucha lucha...
El siguiente post, sobre "el pueblo organizado" y sus otros caídos...
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