Y de pronto un jueves en la noche, uno se descubre en un autobús con la cabeza escondida en el pecho de un buen amigo y un cascabel atado a la muñeca.
Entonces el cansancio no importa, ni el tráfico ni la desesperanza, porque finalmente el aire aún es fresco, y siempre resulta consolador saber que tenemos al lado a alguien cuyas preocupaciones, dolores y alegrías, tienen una consoladora simetría con los nuestros.
El amor es entonces una cosa mucho menos complicada de lo que a veces parece. Es simplemente un abrazo sincero, un oportuno "a callar", una mirada de tristeza cómplice. Y el hecho de que nada de eso se interponga con estar deseando a otro hombre, extrañándolo e imaginándolo, recostada contra el pecho de un buen amigo, un jueves en la noche.
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