Recuerdo la primera vez que leí a Clarice Lispector. Estaba aún estudiando filosofía y mi amiga Perla me prestó una edición de sus relatos completos que devoré. Nunca había leído a alguien escribir como ella.
Dentro de la literatura que plasma lo que se denomina la corriente de consciencia, o de entre quienes tienen obras más bien introspectivas, creo que esta autora brasileira es mi favorita, aún por encima de Virginia Woolf que también me encanta.
También recuerdo que mi amigo Oliver me dijo cómo leer a Clarice le hizo explotar la cabeza al introducirlo a una dimensión que le parecía indescifrable: la vida interior de una mujer. No sé si todos los hombres se sientan así cuando la leen. Cuando le conté la anécdota a mi editor Luis T. él me dijo que quizá lo que mi amigo necesitaba era conseguir una novia que lo quisiera mucho. Y tal vez en eso Luis tenía razón, pero el punto no es ése, sino la maestría con la que Lispector construye y revela mundos interiores con sus palabras.
Una de las cosas que más amo de Clarice es su constante reflexión sobre el lenguaje y la creación. Para muestra, algunas citas de su libro Agua viva.
Soy poco a poco. Mi historia es vivir. Y no tengo miedo del fracaso. Aunque el fracaso me aniquile, quiero la gloria del caer.
Te escribo entera y siento un sabor en ser y el sabor-a-ti es abtracto como el instante.
Pero yo denuncio. Denuncio esa debilidad nuestra, denuncio el horror alucinante de morir, y respondo a esa infamia con –exactamente esto que va a quedar ahora escrito –y respondo a esta infamia con alegría. Purísima y levísima alegría. Mi única salvación es la alegría.
--Clarice Lispector, Agua viva (traducción de Elena Losada). Madrid, Ediciones Siruela, 2024.
Aquí se puede leer una muestra de
Agua viva de Clarice Lispector, editado por Siruela en pdf. Ésta es la sinopsis que comparten del libro: