sábado, 21 de noviembre de 2015

No soy mamá, pero... Carta de una soltera sin hijos a sus queridas amigas madres



Para todas las mujeres de mi vida. Tengan hijos o no. Entiendan y apoyen la forma en la que he elegido vivir o no.

Soy hija, hermana, sobrina, nieta, tía, y muchos otros roles que implican compromisos familiares y responsabilidades.

También tengo una agenda (social, laboral, personal, política, espiritual) y, al igual que las mujeres madres, merezco respeto a mis tiempos y prioridades.

Soy ama de casa: pago las cuentas del hogar, hago la compra, cocino, tengo asuntos domésticos que resolver.

Tengo una trayectoria laboral y una historia de quehaceres que amo y de los que me enorgullezco. Soy capaz de crear cosas --aunque sea con palabras, con imágenes-- y así también quiero creer que doy un poco vida, que la alimento.


Quizá no entiendo las inmensas implicaciones de traer a otro ser humano al mundo. Y tal vez nunca lo voy a experimentar en carne propia, pero no creo que eso me haga menos persona, ni menos mujer, ni menos capaz de tener mis ideas sobre el mundo que quiero construir para las generaciones futuras --y actuar en consecuencia.



Amo a mis amigas que son madres y recuerdan que hubo una época en que no lo fueron y sus vidas eran muy distintas. Admiro a todas las que decidieron serlo y están profundamente comprometidas con ello, porque ser madre es algo revolucionario; una de las posibilidades más concretas de transformar totalmente el mundo.

Agradezco infinitamente a mis amigas que no me cuestionan ni minimizan por no tener hijos. No sé si un día los voy a tener, y el sentido de mi vida no se juega en ello. Tal vez nuestras vidas sean un poco o un mucho distintas, pero siempre las voy a amar, y como el amor es una cosa que multiplica, pues también amo a sus hijos, mis sobrinos. Porque son esperanza, porque son vida y porque yo también lucho, muy a mi modo, porque el mundo en el que crezcan sea menos oscuro, menos triste, menos feo y terrible.  


O sea que abrazos y besos para tod@s, porque hacen que mi existencia sea más luminosa y significativa.

Gracias por compartir el camino conmigo y dejarme ser parte, ya no sólo de sus vidas, sino también de las de sus hijos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

#JeSuisParis #JeSuisBeirut #FuerzaParís Sobre no dejar que el terrorismo nos derrote, y recordar que Islam y terrorismo no son sinónimos

Para Mohamed, que no pudo visitar México esta vez. Para Efrén, Ceci y Aurelio, que viven en París. Para Audrey, Nico, Laurent y Bénédicte por el placer de haber coincidido en algún lugar del mundo. Para Yann y Antarjyoti que me enseñaron la Francia bretona desde India. Para los Marios, que me han contado París.

El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que alimentan a la vida.
-Facundo Cabral 

Llegué a India menos de dos meses después de uno de los ataques terroristas con más muertos en el país, cuyo blanco fue una de las principales estaciones de tren-metro en Mumbai. Y aún así nunca dejó de asombrarme la capacidad de los indios para seguir con su vida en un país que, verdaderamente ha sufrido durante años de atentados con decenas y centenas de muertos. Ahora el Hotel Taj del que escribió Paz y que yo alcancé a visitar aún, fue borrado del paisaje urbano por una bomba.

En España, donde estuve en 2007 y 2011 también me impresionó que, pese a la sombra de los ataques de ETA siempre presente, en realidad los madrileños (que a mi juicio pueden ser la gente más grosera del mundo hispanohablante) y otros españoles vivían sus vidas muy lejos de la paranoia asfixiante que cundió entre los gringos como plaga tras el 11 de septiembre de 2001; con todo y que los atentados del 11 de marzo de 2004, que afectaron entre otros lugares la estación de Atocha, y se atribuyeron a yihadistas, fueron una barbarie inaudita.



Para los pueblos que han sufrido cosas semejantes es difícil cuantificar el tamaño de la herida que produce saber que puedes perder la vida cada día por el único error de estar en el lugar y momento equivocados. Creo que a eso se refieren con terrorismo.

¿Cómo no sucumbir al miedo y seguir siendo humanos?


La pregunta para mí es, ¿cómo evitas entonces ser presa fácil del terror, cómo mantienes tu humanidad, tu esperanza, todas las mejores cosas que han evitado la extinción de nuestra especie?
No tengo la respuesta. Sólo sé que he visto personas que lo logran. Que islam y violencia no son sinónimos (ni el islam es intrínsecamente machista).  Que tengo amigos musulmanes que quiero un montón, que la gente islámica en Marruecos me pareció encantadora, no fanática ni irracional, que en India más de un hombre musulmán me encaminó al autobús o el rickshaw como forma de cuidarme. Que no olvido el "In sha Allah" o Inshallah que mi amigo serbio Jovan decía repetidamente para narrar su peregrinar por la ruta de la seda en la que cruzó ileso zonas como la dominada por el régimen talibán en Afganistán.
Y aunque soy agnóstica, no dejo de repetirme que quiera Alá, o cualquiera de los dioses con nombre y sin él, que la paz llegue para todos en todos los rincones del mundo.


Resumen de lo ocurrido en París


Tiroteos, explosiones cerca del Stade de France y una toma de rehenes en el teatro Le Bataclan sembraron el terror en París. Se reportan 153 muertos y alrededor de 80 heridos por la ciudad.
A las explosiones en el estadio de Saint-Denis tras el partido de las selecciones alemana y francesa (0-2) siguieron al menos otros cinco ataques armados. El presidente francés François Hollande fue evacuado inmediatamente del lugar.
Hacia las 10 de la noche, hora local, en las calles Bataclan, Charonne, Bichat y Albert; la avenida de la Republique y los bulevares Voltaire y Beaumarchais algunos individuos empezaron a disparar contra los transeúntes y los comensales de restaurantes, bares y una sala de fiesta.

Posdata y nota para Nico


El más reciente ataque terrorista que puso en alerta a las autoridades francesas fue en enero de 2015, cuando islamistas radicales atacaron la sede de la revista satírica Charlie Hebdo y mataron a 11 personas.

En esos días yo estaba en Bacalar, Quintana Roo, y practicaba yoga todas las mañanas en el muelle con distintas personas (niños mayas, un bailarín y yogui colombiano de Cali, una maestra de baile de Europa del Este, franceses, catalanes...), entre ellos un francés llamado Nico que vivía en Bordeaux. Él estudió historia, y tras viajar un rato por Europa y América Latina tenía el proyecto de establecerse e iniciar una escuela de malabares para niños, probablemente en Francia, pero quizá en otro lugar.

Tras el atentado no volví a ver a Nico. Le faltaban sólo un par de días para regresar a casa vía Cancún-París y supongo que aceleró su salida de Bacalar para poder estar mejor comunicado con su gente.

Nico, donde quiera que estés te mando un abrazo grande y mucha fuerza. Namasté.


Algunos libros para entender más


Kiran Nagarkar, uno de mis escritores indios favoritos que tuve la oportunidad de entrevistar en Mumbai, tiene un libro donde habla de cómo el terrorismo y el fanatismo no son inherentes a alguna ideología o religión en específico. El soldadito de dios es una obra ácida e irónica que lleva a la reflexión más allá de los estereotipos y los prejuicios.

Identidades asesinas, de Amin Maalouf, es uno de los libros que más han revolucionado mi manera de entender el mundo. El autor es un libanés que vive desde muy joven en París y ha criticado la desigualdad promovida como una forma de modernidad.

En este libro de ensayo habla con elocuencia excepcional sobre la identidad, las pertenencias culturales y la historia del mundo árabe (antiguo y contemporáneo). El texto realiza una revisión de los motivos que incitan a las personas a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Sobre quienes te ayudan a reencontrar el centro

Entre 2013 y 2014 perdí sucesivamente las distintas vidas que había construido y fui construyendo. Fui mujer casada, maestrante, oficinista; luego, nada de todo eso.

Este año fue desde marzo hasta septiembre un largo e interminable silencio. Una sucesión de pérdidas menores —al menos comparadas con la temporada de cataclismo tras cataclismo que precedió— donde dejé ir un montón de cosas, personas, obligaciones y demás. Si durante casi dos años me las ingenié para lograr que, pese a todo, el mundo no se me derrumbara, ahora simplemente demolí los escombros que quedaban y, en mi vocación totalizadora, incluso dinamité más de lo que alguien prudente hubiera hecho.

Inédito en mí: reduje mis actividades al mínimo con un horizonte de futuro nunca superior a un mes. Incluso dejé de escribir por más de seis meses todo lo que no fuera indispensable para mis chambitas cómodas de subsistencia.

Me entregué profundamente a la vida nómada, aunque no al viaje. Y confirmé que desplazarse y no echar raíces es algo distinto del intenso compromiso de andar en el camino.


En los últimos meses de mi vida, desde diciembre del año pasado o enero de éste, me concedí el lujo de ser irresponsable, de no buscarme obligaciones y no permitir que nadie dependiera de mí, decisión de muchas formas egoísta pero que me resultó necesaria.

Tras esto la lista de lo y l@s caídos es larga, lo sé, pero no quiero contar ausencias. La gente que quedó pertenece a dos grupos básicos que no se excluyen mutuamente: los mega entrañables que me buscaron hasta el cansancio y a quienes admito hice sufrir;  y los tan desapegados —como yo— como para no notar en mi ausencia nada más que una de mis clásicas desapariciones, quizá un poco más densa y prolongada de lo normal. Y dentro de ellos hay otros dos subgrupos: los que no se preocuparon porque nuestra relación, aunque cercana, no es íntima, sino de buenos momentos sucesivos que han implicado una buena dosis de espacios y tiempos distintos; y los que me entendieron porque tienen también sus temporadas de crisis y distancia.

Ahora siento que ha empezado otra etapa, con uno de mis comienzos favoritos: un viaje. No sé hacia dónde va esta transición, o en qué y dónde pararé. 


Todo es tan parecido pero tan distinto. Por ejemplo: Aquí las chelas son toñas. El Masaya te puede llevar al más-allá. Las conversaciones sobre el pico de gallo y el gallo pinto no tienen nada que ver con aves.

Hasta ahora, lo único que sé, casi de cierto, es que todo está como está —es decir, de algún modo bien, y de otros mal— y que estoy bien, y hasta feliz con eso.


miércoles, 14 de enero de 2015

Somos los vencidos, por eso tomamos partido por las causas perdidas. Ayotzinapa, la memoria de la lucha magisterial, semilla que no puede ser sepultada

Dice José en el ágora caralibresca:
Ordenamos una cierta cantidad de gestos y exclamaciones, los volvemos a juntar siguiendo los dictados del sentido común, miramos más de cerca los resultados, y murmuramos luego para nosotros mismos, con no poco aturdimiento: ¡Pero... si esto es una masacre, si a esa gente la están asesinando! Y luego en un segundo momento, volvemos al texto para preguntarnos: ¿Pero se da cuenta este escritor de eso? ¿sabe lo que está pasando?...
Fredric Jameson


Y luego me dice en una carta:

1. La ciudad de México es un milagro cotidiano. Respirar y no morir en el intento. Ahí hemos despertado en la noche para saludar al día.

2. Para sentir por una vez más que somos los vencidos y, aún así, tomar partido por las causas perdidas. –José Sánchez, Cartas nómadas.

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