El año pasado atravesé por once meses de incertidumbre económica casi absoluta. Llegué a tener hasta cuatro trabajos, tuve meses de ingresos nulos y ni siquiera puedo hablar de que esperara con asia la quincena: no conocía tal fecha mágica.
Hice cámara, edité video, traduje catálogos de libros del italiano, escribí en un suplemento cultural y una revista, dí clases, hice textos para páginas web y fui ama de casa. Fue un año duro, pero también interesante: me descubrí capaz de ganarme la vida haciendo lo que sé, aún sin certeza de si llegaría con dinero o sin él al fin de semana.
Este año, 2010, ha sido distinto. Por primera vez en mi vida conocí las quincenas, apenas he podido hacer algo fuera de mi trabajo habitual, casi me he despedido de las chambas a destajo, conocí el mundo corporativo y he tenido clientes que me han sacado canas (literalmente).
Hay muchas cosas que extraño de mi año pasado, supongo que mi lista iniciaría con hacer cosas que amo como escribir, y terminaría con los placeres de pobre como comer en casa todos los días y mis largas caminatas para ahorrarme el boleto de metro. Quizá es que no nací para los trabajos fijos, los horarios, las quincenas y la vida estable. Quizá es que hay cosas de 2009 que prefiero olvidar para quedarme con el orgullo de mi año de incertidumbres.