Queridas, ustedes saben quiénes son, y que a veces nomás no tengo fotos a la mano, pero las quiero un montón.
La preparatoria fue para mí un tiempo complicado de mi vida en más de un sentido. Principalmente porque justo antes de iniciarla sufrí la depresión más fuerte de mi vida por la muerte de alguien cercano a mí, pero también porque cuando estaba en el segundo año una de mis amigas de la infancia tuvo leucemia aguda y murió en menos de un año.
Para rematar mis males, la escuela era súper machista, y no me desconcertaba tanto la misoginia de los hermanos de la congregación que la dirigían como el de las maestras laicas que un día sí y otro también nos hacían comentarios que para mí eran como del siglo antepasado.
Ambas cosas me hicieron difícil relacionarme con mis pares: mis problemas me parecían muy distintos a los suyos. La menor de mis preocupaciones era quién ligaba con quién, y la mayor oscilaba entre enfermedad, muerte y la adicción que sufrieron algunas personas cercanas a mí. Hice pocas pero muy intensas amistades, la mayoría de ellas con hombres.
Luego en la universidad mi círculo era bastante equilibrado entre mujeres y hombres; aunque quizá tenía más amigos hombres, mis relaciones con mis amigas eran más cercanas en la mayoría de los casos.
El otro grupo que me ha hecho la vida son las activistas. Amigas de amigas, a veces de amigos, y muchas que he conocido a través de una cierta Mercadita en Facebook, que es un grupo hermoso, lleno de solidaridad y a donde acudo lo mismo para animarme que para intercambiar ropa o crear y fortalecer redes de acción para tener un mundo menos terrible.
Y también siguen en mi vida mis amigas de siempre: las muchas que conozco desde la infancia, con quienes he retomado el contacto, muchas veces en persona, pero en ocasiones sólo por teléfono; mis amigas de la prepa, pocas pero significativas, una de ellas mi socia, mi luz, mi siempre aliada; mis vecinas yoguinis incansables, luminosas, guerreras; mis amigas filósofas con el estrecho entramado que hemos seguido tejiendo entre nosotros y al que siempre puedo acudir para lo que sea. Mis amigas editoras latinoamericanas, mujeronas que admiro en todo sentido, personal y profesional.Y todas las demás que he ido conociendo de fiestas, de oficinas en las que coindicidimos, de la vida, pues.
Gracias mujeres, a todas. Ser madres no es lo único ni necesariamente lo más significativo que podemos hacer con nuestras vidas. Pero gracias y felicidades a quienes han elegido de manera consciente serlo, y con ello siguen transformando el mundo. Las amo.
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