Para las mujeres que han sido asesinadas, para las desaparecidas, para quien quiera asumir su ausencia:
Las espinas mufan
que tú tienes la muerte en una lágrima,
yo pienso…
que tienes la sed del desierto del norte
atorada en una nube,
los jirones, del vestido desgarrado de la noche
y estrellas incrustadas en las uñas.
Sé que tienes el coraje
entre el viento rígido y disperso
que pasea por tus manos,
la cal, delinea tu ala.
La patria es amarga
y aunque llene de poemas tu ausencia
la patria es decadencia en un verso.
La arena mufa
que la muerte finca en el algodón
las flores y los funerales
yo pienso, que tú tienes
el té de dios en un tazón de hueso
para seguir por las olas;
pienso que tus costras marcan el camino
a los tuyos,
a tus zapatos pisados por la mala memoria
de quien no conoce el desierto.
Las espinas mufan
que no llegaste sola
que cada piedra puede contar
de qué color eran los ojos de tu asesino,
de qué color era el miedo de su corazón.
Yo pienso
que el polvo siempre dejara un beso
en los labios partidos del miedo,
en los pastos secos enredados en tu alma,
sé que el desierto te cuido en el vuelo
porque la patria es amarga
y nunca guarda ángeles en su saco.
Pienso…
que tienes la historia y la sed del desierto del norte
atorada en una nube,
los jirones, del vestido desgarrado de la noche
y estrellas saladas de un poema,
incrustadas en las uñas.
Las espinas mufan
que tú tienes la muerte en una lágrima,
yo pienso…
que tienes la sed del desierto del norte
atorada en una nube,
los jirones, del vestido desgarrado de la noche
y estrellas incrustadas en las uñas.
Sé que tienes el coraje
entre el viento rígido y disperso
que pasea por tus manos,
la cal, delinea tu ala.
La patria es amarga
y aunque llene de poemas tu ausencia
la patria es decadencia en un verso.
La arena mufa
que la muerte finca en el algodón
las flores y los funerales
yo pienso, que tú tienes
el té de dios en un tazón de hueso
para seguir por las olas;
pienso que tus costras marcan el camino
a los tuyos,
a tus zapatos pisados por la mala memoria
de quien no conoce el desierto.
Las espinas mufan
que no llegaste sola
que cada piedra puede contar
de qué color eran los ojos de tu asesino,
de qué color era el miedo de su corazón.
Yo pienso
que el polvo siempre dejara un beso
en los labios partidos del miedo,
en los pastos secos enredados en tu alma,
sé que el desierto te cuido en el vuelo
porque la patria es amarga
y nunca guarda ángeles en su saco.
Pienso…
que tienes la historia y la sed del desierto del norte
atorada en una nube,
los jirones, del vestido desgarrado de la noche
y estrellas saladas de un poema,
incrustadas en las uñas.
Texto y dedicatoria de Óscar Molina Luna (mi amigo poeta que en sus versos tiene toda la razón del mundo y más. Y en lo otro, pues para discutir es que están los compas, lea esto como un abrazo, como en su momento recibió aquí este otro abrazo)
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