jueves, 26 de noviembre de 2009

Minicuentos sin dinosaurio

Van algunos de los textos elegidos en el Segundo Concurso de Minicuento, 2009, de la Revista Asfáltica.

No me encantó el primer lugar, sí el segundo, que aparece aquí junto con unas menciones francamente buenísimas.


Ese sabor
El día de la coronación, hubo vítores y abundante vino. Más tarde,
en la cámara nupcial, el nuevo rey desvistió a la reina, quien,
a pesar de la edad, aún mantenía una figura atractiva. Una vez
desnuda, la tumbó sobre la cama. Le besó los muslos, la vagina, el
ombligo, y finalmente los senos. El sabor de los pezones a Edipo
le resultó familiar. Qué raro, pensó, me he acostado con medio
mundo, pero no recuerdo haber estado antes en esta ciudad.
Daniel Avechuco Cabrera
(Hermosillo, Sonora, México)

Nomás tantito
Sus padres, histéricos, le dijeron que no. También sus abuelos,
paternos y maternos. No, exclamaron sus hermanos. No, gritó
el sacerdote, llevándose la Biblia al pecho. Los árboles, la noche,
incluso los grillos parecían estar de acuerdo en que no. Y fue
así que el niño, muy a su pesar, tuvo que volver al cementerio.
Carlos Alvahuante Contreras
(Tlalpan, Distrito Federal, México)

Cobardía
A pesar de haber muerto hace siete años mi abuelita apareción
en una reunión familiar. Todos la recibimos con gusto y, como un
acuerdo implícito, nadie mencionó su condición de muerta, para
no molestarla.
La velada transcurrió cómodamente, pero, al
despedirnos, ninguno de nosotros se ofreció a llevarla.
Laura Elisa Vizcaíno Mosqueda
(Benito Juárez, Distrito Federal, México)

Incertidumbre mortal

—…
— ¿Dios?... ¿eres tú?...
Edgard Mauricio Peña Montalvo
(Coyoacán, Distrito Federal, México)


sábado, 21 de noviembre de 2009

Si le queda el saco al SME, que se lo ponga. Sobre sindicatos y si Bakunin los viviera, de seguro se muriera (otra vez).

Para mi familia, la de sangre (sobre todo papá Toño) y la elegida. Para Luis Hernández Navarro, para Alfredo y el Arturo.

Se ha convertido en mi última confesión política: me encantaría decir que apoyo al SME; la verdad es que no puedo. Me encantaría decirlo porque me considero de izquierda, porque si tuviera que elegir un "ismo" con qué definirme, éste sería sin duda el anarquismo y por ende, le concedo un peso importante al sindicalismo.

Quisiera decir que estoy con el Sindicato Mexicano de Electricistas porque el noventa por ciento de mis visiones políticas quedaron selladas cuando mis tíos adorados (que se conocieron y enamoraron en el sindicato de telefonistas) me prestaron El corto verano de la anarquía en una edición de antes de que yo naciera. Que estoy con los electricistas porque mi tatarabuelo materno fue de los fundadores del sindicato de CFE en Guadalajara y eso le costó el trabajo y terminar sus días trabajando en el club Atlas (lo que explica la irrevocable lealtad de mi familia por el equipo: les van aunque ganen).

Quisiera decir, como han hecho muchos adherentes, que al final estoy con ellos porque son trabajadores, como todos nosotros y todos mis compañeros. Pero tampoco puedo.

I: Si Bakunin, viviera, al ver esto se muriera...

Siempre he pensado que, de alguna torcida forma, el sindicalismo mexicano ha naufragado en la mayoría de sus experiencias. Mientras que en los países escandinavos los sindicatos sirven (si creemos a Newskeek) para llegar a acuerdos de productividad a cambio de mejores condiciones de trabajo, mi experiencia con algunos sindicatos mexicanos es que sirven para justificar ausentismos y alegatos de pereza disfrazados de un "no está en mis funciones", o "ya no es hora de oficina". Y todo eso sólo da argumentos a quienes proponen la compra-venta salvaje del trabajo (con prestaciones mínimas para el empleado, y máximos beneficios para el patrón) como la panacea a todos los problemas laborales.

También el sindicalismo mexicano tiene otro rostro más trágico que, para añadir dolor a la pena, (como dijera Miguel) no está peleado con el anterior: el charrismo. Pero de esa película de horror trágico-surrealista es otra historia, y como diría Ende, merece ser contada en otra ocasión.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El pollero estrella

Mi vida de ama de casa alcanzó su momento cumbre cuando tenía catorce años. Nunca me he sentido domésticamente tan oprimida como entonces, quizá porque a esa edad y en mi circunstancia familiar los quehaceres de la casa eran un peso demasiado grande que cargar sobre mí.

Hice mi primer huevo estrellado cuando tenía seis años. A los quince ya hacía chiles rellenos, tamales y otras monerías. A los dieciséis me propuse no hacer ni un café con leche mientras me durara la prepa y cumplí: creo que mi platillo más elaborado en esos años fueron unos hot cakes de un día que suspendieron las clases y acabé con mis amigos jugando nintendo en la casa.

Ahora cocino mucho y una parte significativa de mi tiempo se va en cosas de la casa. No me importa, al contrario, hay labores que disfruto mucho.

Mi carne favorita para cocinar es el pollo --amo el pescado pero no he logrado encontrar una pescadería en la Escandón y del de la comer o el chedraui ni hablar--, pero el pollero más cercano a mi casa me ha orillado a abastecerme en el súper.

El hombre tiene una calma desesperante. Un día esperé más de hora y media a que me despachara piernas con muslo. Lo peor son sus aires de divo: no le importa tener a diez personas esperando, él se lo toma con calma. Limpia el pollo minuciosamente y todavía se de tiempo para hacer comentarios a la clientela. Para rematar, la pollería también es verdulería y él es el único que atiende. Cuando el local está de verdad concurrido concurrido, al grado que la gente amenaza con enloquecer y usar las tijeras para pollo en su contra, el hombre permite que la gente se despache sola la verdura, la pese, y hace pausas en su arte polleril para cobrar.

Pero eso sólo ocurre a veces. Puede, sin remordimiento de conciencia alguno, dejarte esperando media hora a que limpie una pechuga y medio pollo para cobrarte dos jitomates y decirte que no tiene ajo.

Decidí liberarme de la tiranía del pollero un día que, tras veinte minutos de espera, me dijo que no tenía cambio para mi billete de cincuenta y que no estaba dispuesto a fiarme la jícama y la lechuga. Fue el final. Desde entonces compro en el súper y ante la emergencia acudo a uno de los híbridos entre tienda de abarrotes y minisúper --atendidos por chavitos emo que tratan de ligarme-- que ahora pueblan la colonia.

Al mes se me pasó la indignación, y muy de vez en cuando paso por la pollería cuando veo que no hay nadie. ¿Por qué todos terminamos soportando los desplantes del pollero?, me pregunto cuando veo la aglomeración digna de los mejores tiempos de los países comunistas ante el local.

Tengo varias teorías, algunas lógicas, otras patafísicas. Desde luego, no hay recauderías cerca y el mercado está a seis cuadras o más, además, hay que cruzar una avenida para llegar. Un día encontré al pollero con solo una clienta, una mujer cincuentona, con los cabellos teñidos de rubio: le daba terapia de "tú-vales-mucho-y-no-te-mereces-esto". La señora salió hasta sonriente, como flotando por sobre el asfalto.

Creo que el pollero confidente tiene a su clientela cautiva. E. opina que hasta puede ser el amante de la mitad de las amas de casa irremediablemente fieles a sus métodos meticulosos para limpiar aves. Yo creo que en el fondo, sabe que la mayoría de los que le compran aguantarán todo.

En un momento de desesperación kafkiana, con unas diez personas apretujadas en el local entre niños, maridos enviados por el aguacate y señoras con carrito de mercado una mujer tuvo la osadía de preguntar: "¿por qué no se contrata a alguien?". El pollero hizo una pausa en su parsimonioso arte para responder con una sonrisa pícara: "Es que no me sale".


Actualización a 2020. Algunos años después supe por O. Luna el nombre del pollero (que ahora no recuerdo). Luego el local lo compró una familia súper amable y eficiente donde me fiaban y a veces pasaba sólo a saludar. Vendían muchos productos locales como condimientos y sopes, y uno podía pedir verduras o frutas especiales por encargo, ahí di y recibí consejos de vecinas. Se volvió por años la tienda favorita de Milton y mía. El año pasado cambió de dueño otra vez. Nada es lo mismo. Creo que se ha vuelto un lugar medianamente surtido y útil, pero olvidable. Yo ya compro en otros lados.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Cosas que hacer después de visitar la expo de Cildo Meireles

Domingo. Día perezoso. Fuimos al MUAC a ver la exposición de Cildo Meireles, a desayunar en La Parroquia. La vida es una sucesión de pequeñas cotidianeidades, de instantes intrascendentes en los que, a veces, uno descubre oculta la felicidad.



Foto, EFE

Junto al lavabo, adivinando uno en el otro la sonrisa en la oscuridad, cantamos "sangre de perro, en los grifos"... "y lloras con tus lágrimas, lágrimas, lágrimas de sangre de perro". Bendito Corcovado.


En la tarde lavé mi bolsa roja recién comprada en Oaxaca. Me traje a Meireles a casa. Y dormimos, y dormimos. Y todo fue cálido, cotidiano, perfecto.


Para ver buenas imágenes de la exposición: el Flickr de Miguel Oz.

martes, 10 de noviembre de 2009

Para terminar con la maldición de Onetti... (Uuuuuuuuuuuuurge que se acabe lo maldito y empiece lo demás)

La maldición cayó sobre mí el día que toqué este libro, se hizo inevitable cuando escribí la reseña (mi favorita de las que he escrito, junto con una de Clariond de los tiempos de la Coordinación que ya no está en línea) y se intensificó hasta que me arrastré por el piso hace un par de días (literal y metafórico). He tocado fondo, supongo.

Así que para conjurar, citemos a Onetti:

La literatura es mentir bien la verdad.

(La frase, tomada de un blog que me encanta: el Frasario, alias "mi tanga de guerra").



Y para que pegue el ensalmo, la canción Little person, cortesía de Rodrigo, porque también "I do my little job. And live my little life".

Es de Jon Brion, el mismo que hizo la música de Eternal Sunshine of a Spotless Mind.

[20:21] Rodrigo: Ahorita estamos en esa etapa de asegurar la chuleta.
Adriana Isabel. Caminar por la navaja del ahora εïз: Mmm... yo ya me convencí que ese es el cuento que nos cuentan para explotarnos. Y a la chingada con todo. Mi fe en la divina providencia, san Bakunin y el orden del caos es absoluta.
Rodrigo: Jajaja. Sí, claro, también pienso eso. Sí, todo es una mentira.
Adriana: ¿Andan re locos con el bicentenario?
Rodrigo: Sí, con esa payasada de no se cuantos miles de pesos.
Adriana: Pasaremos a la posteridad como la generación que sobrevivió al presi enano y sus pinches ondas del bicentenario... Si sobrevivimos, claro.
Rodrigo: Jajajaj, así es.
[20:35] Rodrigo: ¡¡Oye, ya me dieron salida!!!. Me voy. ¡¡¡Cuídate!!!
Adriana: Huyeeeeeeeeeee
.
[20:36] Mensaje de meebo:
Rodrigo está desconectado.

miércoles, 28 de octubre de 2009

¿Por qué escribo? Cuando la vida nos traga sin antes masticarnos

(Él solía criticarme cuando hablábamos de la vida como algo personal. Porque la vida no es un ente personal, sino algo de lo más impersonal que tenemos).

No ha habido nada en los últimos dieciocho años que me haga dejar de escribir. Ni el amor, el desamor, las desilusiones, el miedo o la muerte de quienes me rodean. Ahora que he mantenido el vicio por tanto tiempo creo que no podría dejarlo, que mucho de mi definición de quien soy está en esta frase sencilla: yo escribo.

Escribo para recordar, pero también para dejar ir ciertos episodios. Para darle importancia a las cosas o quitársela. Para ponerle al mundo lo que no encuentro en él, para cambiarlo, para cambiarme.

Para que ciertas cosas de la vida no sólo pasen, sino puedan volver a pasar. Para que otras no pasen nunca más. Porque como dice Sabines, en parte quizá sí vivimos la vida sólo para recordarla.

A veces escribo para otros. En largas temporadas, sólo escribo para mí.

viernes, 23 de octubre de 2009

Mundos-abismos (Louise Glück)

Una de las mejores poetas estadounidenses contemporáneas. Traducida al español por el generoso Eduardo Chirinos. La conocí en otra traducción (impecable) de Pura López Colomé que, probablemente, nunca vea la luz porque los derechos de su obra en nuestro idioma los tiene Pre-textos de Valencia. Admiré a Pura como a pocas personas cuando terminábamos la edición de libro, que incluía El iris salvaje y otro libro: revisaba las pruebas desde su casa o desde el hospital mientras le daba batalla al cáncer.

[...] creamos mundos-abismos de separación


Para no dejar ir si uno lo encuentra:
Louise Glück, Proofs and Theories: Essays on Poetry, Ecco Press, 1994.

miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?

Quino, en labios de Mafalda.

martes, 20 de octubre de 2009

Cuando Amador se encontró con la podredumbre. Cioran entrevistado por Savater

Un libro debe ser realmente una herida, debe trastornar la vida del lector de un modo u otro. Mi idea al escribir un libro es despertar a alguien, azotarle.


Émile M[ichele] Cioran, el rumano filósofo de la podredumbre, entrevistado por Fernando Savater.

Nota al pie: Ví a Esther Seligson por primera en la penumbra de un salón donde sólo relumbraban los espejitos de su túnica. Ella dirigía una lectura dramatizada de su más reciente libro y la gente a su alrededor murmuraba que se veía bien, que estaba mejor luego de (no lo decían), la muerte de su hijo. Habló de Irma Dávalos --a quien le prologó Para alcanzar la luna-- otra de las suicidas que cruzaron su vida.

Al final, un lector vestido de negro con chamarra de piel hizo una confesión que parecía quemarle la garganta: que la traducción que Seligson hizo de Cioran le había permitido seguir viviendo. Ella pidió que le regalaran un ejemplar de sus Apuntes sobre E. M. Cioran. Cuando le pedí que me dedicara un ejemplar, ella me respondió con una evasiva. Deseando desaparecer insistí: "¿aunque para mí también haya resultado indispensable?". Esther me dijo que era muy joven para entender tanta desolación. Y luego, mirándome bien, recordándose quizá cuando tuvo mi edad y descubrió al rumano, me escribió en tinta verde:

Que Cioran te contagie su alegría de vivir. Con amor,
Esther Seligson.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Cortázar zen

(...) la comprensión del extraño lenguaje de los maestros significa la comprensión de sí mismo por parte del discípulo y no la del sentido de ese lenguaje. Contrariamente a lo que podría deducir el astuto filósofo europeo, el lenguaje del maestro Zen transmite ideas y no sentimientos o intuiciones. Por eso no sirve en cuanto lenguaje en sí, pero como la elección de las frases proviene del maestro, el misterio se cumple en la región que le es propia y el discípulo se abre a sí mismos, se comprende, y la frase pedestre se vuelve llave.

Nota *** del capítulo 95. Cita suzukiana (de Daisetz Teitaro Suzuki).
Julio Cortázar,
México, Rayuela, Alfaguara, 1992.

Hablando sobre docencia

"Creo que muchas veces, los maestros nos equivocamos y cometemos errores tremendos por culpa de esos dos pecados que siempre vienen juntos: soberbia/autodesprecio".
(...)

Sobre la postura de los maestros (que fueron el único gremio que brindó más apoyo a Hitler que los banqueros):

"Creemos que tenemos el poder, pero nos rendimos servilemente a él. Nos sentimos menos y tratamos entonces, de ser esclavos y participar de las migajas de los poderosos... (...)".

Las citas tomadas de:
Alfredo Gabriel Páramo, "Aprendices de hechicero", en: El Occidental, sábado 12 de septiembre de 2009

martes, 13 de octubre de 2009

De Wilhelm, el filósofo enamorado (hermano del viajero Alexander)

Algunas naciones se contentan más con el cuadro del mundo que les presenta su lengua y sólo buscan en ella más luz, coherencia y armonía. Otras se incrustan más laboriosamente en el pensamiento, creen no poder dar suficiente importancia al concepto, hacerlo adecuado, y descuidan la propia completitud formal. En ambos lenguajes quedan las marcas de esto (...). s/p

Pues la lengua se enfrenta en el sentido más genuino con un dominio infinito y sin fronteras, el conjunto de todo lo pensable. Eso le obliga a hacer un uso infinito de medios finitos (…). p. 131

Un lenguaje tan perfecto como el homérico ha debido rodar muy largo trecho por entre las olas del canto, siglos enteros de los que ninguna crónica nos ha sido legada. (…) El lenguaje está profundamente imbricado en la evolución espiritual de la humanidad, a la cual acompaña en cada etapa de su progresar o decaer aquí y allá, y en él se reconoce el grado de cultura alcanzado en cada instante. p. 27


Wilhelm von Humboldt
Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad
(introducción y prólogo de Ana Agud)
Barcelona, Anthropos, 1990

jueves, 8 de octubre de 2009

Mi nombre mil uno

Dicen que los amantes se inventan nombres para llamarse por el miedo de asumir la intensidad de sus sentimientos.

Así, soy ahora

niña de la playa

y aún, por unas semanas más, antes de que decida visitar de nuevo a mi peluquera japonesa de a cincuenta pesos

meni pelicorta
.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sobre el abismo (a veces insalvable) entre imaginar y hacer. Caminando al borde

Los artistas teorizan sobre lo que quieren, pero hacen lo que pueden.

André Malraux


Digo yo que es difícil que cuando un artista tiene un gran deseo, un gran sueño no ponga toda la carne de su capacidad artística en el asador para lograr que esa desequilibrada balanza se nivele lo más posible y que entre su 'teorización' y la realidad de las obras enraizadas y emanadas de ella no haya más que la diferencia natural que media entre el vehículo de las palabras y el de las materias o instrumentos que hacen surgir las imágenes (…) ¡Gran deseo, gran sueño, que yo espero ir logrando despacito!

Carmen Pallarés

Ambas citas aparecen en un trabajo de María Rosal Nadales.

jueves, 1 de octubre de 2009

Cuando el mundo era nuevo, y todo pasaba de verdad por primera vez. Una carta que escribí en 2003...

Mi vida está por ahora en otra parte, muchos caminos me seducen a recorrerlos.  Me llaman por igual lo horrible y lo bello, las miserias y las cumbres de la vida.

Estoy releyendo en desorden La insoportable levedad del ser  —quizá nunca te lo dije, pero mi vida se podría contar en libros.  Y si lo hiciera, éste sería uno de los cruciales—.  La primera vez que lo leí fue casi entrando a la universidad, y vuelvo al libro como al agua cada vez que siento encontrarme entre sus páginas. 

La insoportable levedad es un libro hermoso, y como todas las obras de arte tiene la virtud de hablar a cada quien cosas distintas.  Tiene cuatro personajes cuya suma son algo más y algo menos que el yo del autor.  Cuatro personajes que a cada quien le dice algo sobre sí mismo. 

Teresa  es esposa de Tomás.  Tomás le es crónicamente infiel porque su vida es una empecinada búsqueda de la milésima de diferencia que existen entre una mujer y otra al momento del sexo.  Sólo cuando son viejos, Tomás accede a que dejen Praga para irse a vivir al  campo.

Siempre le había reprochado secretamente que no la amaba bastante.  Su propio amor estaba para ella fuera de toda sospecha, mientras que consideraba el amor del él como simple amabilidad. 
Ahora ve lo injusta que ha sido:  ¡Si de verdad hubiera sentido por Tomás un gran amor, hubiera tenido que permanecer con él en el extranjero!  ¡Allí Tomás estaba contento, se le abría la perspectiva de una nueva mida!  ¡Y a pesar de eso se fue de allí!  (...)  ¡En realidad sabía que vendría tras ella!  Lo atraía cada vez más hacia abajo, como atraen las ninfas a los campesinos hacia los pantanos para dejarlos morir allí.  (...)  Le hacía ir tras ella como si quisiese comprobar permanentemente que la amaba, hizo que fuera tras ella hasta llegar a este sitio:  con el pelo cano, cansado, con las manos medio destrozadas, que ya nunca podrán coger un bisturí.  Llegaron a un lugar del que ya no pueden ir a ninguna parte. 
Dios mío, ¿era necesario llegar hasta aquí para que creyera que la quería?
(...)
Teresa se fue a casa y llenó la bañera de agua.  Se sumergió en agua caliente pensando que toda la vida había utilizado sus propias debilidades en contra de Tomás.  Todos tendemos a considerar la fuerza como culpable y la debilidad como víctima inocente.  Pero Teresa ahora lo comprende.  ¡en su caso ha sido al revés!  (...)  Su debilidad era agresiva y le obligaba a constantes rendiciones, hasta que por fin dejó de ser fuerte y se convirtió en un conejito en su regazo.
(...)
Ella había llegado adonde quería llegar:  siempre había deseado que fura viejo.  Volvió a acordarse del conejito al que apretaba contra su cara en su habitación infantil.
¿Qué significa convertirse en conejito?  Significa perder toda fuerza.  Significa que uno ya no es más fuerte que el otro.


Esto es de Sabina.  Sabina es una pintora, una de las tantas amantes de Tomás.  Finalmente ambos dejan de verse, y Sabina se vuelve amante de Franz.

Se acordaba de su encuentro en el compartimiento del tren en Ámsterdam. Aquella vez tuvo ganas de caer de rodillas ante él  y pedirle que la retuviera aunque fuera por la fuerza y que nunca la dejase ir.  Aquella vez deseó que terminara de una vez ese peligroso camino de traiciones.  Deseó detenerse.

Sabina es el personaje de los abandonos en la novela, la que siempre se está yendo, la que queda sola.  La que "traicionó" a sus padres, a su patria, a sus amantes.

Pero para sus adentros añadió lo siguiente:  Franz es fuerte, pero su fuerza se dirige sólo hacia fuera.  Con respecto alas personas con las que vive, a las que quiere, es débil.  La debilidad de Franz se llama bondad.  Franz nunca podría darle órdenes a Sabina.  (..)  hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia.  El amor físico es impensable sin violencia. (...)
Sabina continuó con su meditación melancólica:  ¿Y si tuviera un hombre que le diera órdenes?  ¿Alguien que quisiera ser su amo?  ¿Cuánto tiempo iba a aguantar.  ¡Ni siquiera cinco minutos!  De lo cual se deduce que no hay hombre que le vaya bien.  ni fuerte ni débil.

A veces me siento tanto como Sabina... abandonando, traicionando.  Es un camino que nunca termina, pero es el camino que elegimos algunos.

diciembre de 2003

Milán Kundera
La insportable levedad del ser
México, Tusquets, 2002.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

¿Qué es un escritor con huevos? Charla con Rafael Toriz pirateada del cara-libro

Rafael Toriz Este es un escritor con huevos, "ETA es una banda paramafiosa, que trafica con cocaína": http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/08/31/_-01989425.htm
Saviano explicó, durante una rueda de prensa en Santander, al norte de España, que esta "idea" la obtuvo de una investigación del departamento antimafia de la Policía italiana en los años noventa, que ...


Adriana Del Moral
Aunque no sé si son más huevos los de Saviano, o los de Esther Seligson, una de las mejores escritoras "desconocidas" de México. Saviano es implacable con la realidad. Seligson con la realidad interna.
Y desde luego, recordemos los huevos de Salman Rushdie (y los A. Maalouf). Escribir es una profesión de alto riesgo.
01 de septiembre a las 10:18 · 


Rafael Toriz
A mi me parece que Seligson es una grandísima ensayista lírica, intensa y sensible; sin embargo tomar la política por los cuernos es una épica que ya no se ve en nuestros tiempos, mucho menos en las filas de la lit mexicana. Saviano, como los bragados, algo tiene de orate...Seligson, por el contrario, de comodidad. Saludos. Y concuerdo: escribir es un acto de combustión.
01 de septiembre a las 10:49


Adriana Del Moral
La cronopia y unos cuates. A ver, retomo. creo que hay de huevos a huevos, de épicas a épicas. Simiente es el libro más cojonudo, más doloroso, más intenso, más honesto que he leído en los últimos tres años, y leo un chingo. No creo que sea nada cómodo escribir de cómo tu hijo mató y se mató, escribirlo sin parcialidades, juzgarte con tanta dureza pero sin golpes de pecho.
Y de los orates que le entran a escribir de política... bueno, es una discusión más larga. Pero creo que muchos se asumen más periodistas que escritores. Y a veces las fronteras no son simples... ¿Conoces Sentido contrario de Luis Hernández Navarro? Quizá autocomplaciente en algunas cosas, en otras, de huevos también.
23 de septiembre a las 2:30

Posdata: ¿Acaso no
Kapuściński merecía el Nobel más que muchos señores y señoras estirados que lo han ganado?

jueves, 17 de septiembre de 2009

¿Maestra?

¿Estaba loca cuando elegí mudar mi quehacer a uno de los campos más demandantes, desgastantes y para colmo, mal pagados que existen?

Loca siempre he estado, ya me lo decían hasta en la facultad.

Me digo que lo que quería era cambiar al mundo, sentir que mi trabajo era importante, que significaba algo para alguien.

Quizá es que, como me dijo el hombre más sabio que conozco: "la vida se trata de eso, de encontrar qué es lo que vale la pena hacer. Y no es una respuesta que tengas que encontrar hoy, ni mañana, es una búsqueda de toda la vida".

Supongo que es como me lo dijo: una oportunidad para aprender mucho, con mis seis sentidos.

No sé por qué, estoy llorando.

(Es y no por lo que dijo Miguel: Así es trabajar con seres humanos).

Collage de Neruda (para el día nublado)

Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
(...)
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.


(El cuarto de los veinte poemas y la canción desesperada)


La niña de madera no llegó caminando:
allí de pronto estuvo sentada en los ladrillos,
viejas flores del mar cubrían su cabeza,
su mirada tenía tristeza de raíces.

Allí quedó mirando nuestras vidas abiertas,
el ir y ser y andar y volver por la tierra,
el día destiñendo sus pétalos graduales.
Vigilaba sin vernos la niña de madera.

La niña coronada por las antiguas olas,
allí miraba con sus ojos derrotados:
sabía que vivimos en una red remota

de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia,
sin saber si existimos o si somos su sueño.
Ésta es la historia de la muchacha de madera.

(Soneto lxviii de los cien sonetos de amor)

viernes, 11 de septiembre de 2009

De Locke, sobre identidad. Por eso estamos jodidos...

Tan lejos como esta conciencia pueda extenderse hacia atrás a cualquier acto o pensamiento pasado, hasta allí alcanza la identidad de esa persona

Ensayo sobre el entendimiento humano, libro II, capítulo xvii, sección 9

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Sobre el periodismo y la política

(Notas de la odisea a la que Oliver me invitó, y ahí va la crédula...)

¿Por qué soy periodista? Porque desde muy pequeño, descubrí que mi mejor forma de desenvolverme en el mundo era a través de la escritura y la lectura. El periodismo es, en el fondo, una excusa para crecer como persona a partir de ese fundamento y vivir de eso, transmitiendo mi visión ética a mis lectores y forzarme a viajar e investigar para tener algo sobre lo que escribir.

(...) la sociedad es el resultado del trabajo de animales políticos y la vida, en el fondo, es una dialéctica continua entre la respuesta a hechos inesperados y, sobre todo, volver la vista atrás para buscar semejanzas entre el presente y lo experimentado.

¿Hasta cuándo? El periodismo y la escritura, como el amor, es eterno mientras dure.

José G. Fernández (editor de Suite 101)