Soy mujer, hija, amiga, sobrina, tía y madre. Tuve la fortuna de crecer en la Ciudad de México y ver antes de terminar la universidad cómo se concretó la despenalización del aborto en la entidad. ¿Por qué me importa esto si yo nunca he abortado?
Porque muchas de mis amigas sí lo han hecho. Varias tuvieron que hacerlo en condiciones de clandestinidad y riesgo, antes de que la legislación protegiera su derecho a la autonomía corporal. Yo sí he visto y sentido un antes y un después de la despenalización del aborto en cómo una mujer evalúa las opciones que tiene ante un embarazo no deseado.
Creo en el libre albedrío, la libertad personal y el derecho y la responsabilidad de tomar nuestras propias decisiones. Por ello me parece crucial que las decisiones las tomemos con información completa y científicamente correcta.
Desde hace muchos años la mayoría de los abortos se realizan de manera lo mas segura posible utilizando medicamentos que inducen las contracciones uterinas y posterior expulsión del feto. Dependiendo de las semanas de gestación esto puede realizarse con acompañamiento en casa, o se recomienda que se lleve a cabo en un hospital bajo supervisión médica.
El riesgo nunca es nulo, pero para muchas personas la dolorosa opción del aborto les permite rehacer su vida tras sobrevivir a un abuso sexual o preservar su vida si el embarazo implica que la mujer podría morir o quedar severamente dañada física o emocionalmente de llevar el embarazo a término.
También existen muchas condiciones que hacen que la posibilidad del feto de vivir tras el parto sea inexistente.
No conozco a una sola mujer que haya abortado tomando la decisión a la ligera. Sin embargo, sí conozco a varias a quienes la situación complicada que las llevó a no querer ser madres en ese momento cargaran con años o décadas de culpa y remordimiento. La violencia obstétrica que sufren también contribuye a agudizar el trauma en una situación que, de por sí, es difícil.
Quizá lo que debemos hacer es reenfocar el problema. No legislar de manera que se pretenda acotar la agencia y la libertad de una mujer para decidir ante una situación complicada, sino contribuir a crear las condiciones para que más mujeres puedan maternar en condiciones favorables: con apoyo social y económico, con respaldo de sus parejas, su familia y la sociedad.
En este contexto resultan especialmente relevantes iniciativas como la de la Red Materno Infantil que busca ofrecer a las mujeres recursos, información y capacitación para que puedan tener embarazos y crianzas más saludables y seguras. La empatía y el amor son la clave: ofrecer alternativas y buscar cubrir los vacíos en el aparato de salud (37.4 por ciento de las mujeres en situación de pobreza en CDMX experimentan carencias en el acceso a servicios básicos de salud) y el tejido social para que las infancias y las mujeres puedan tener una vida más digna y plena en todo momento.