lunes, 29 de mayo de 2006

Carta

Lo único que nos pertenece realmente es aquello que no podemos perder en un naufragio.
—Alberto Ruy Sánchez



De este lado del naufragio las pérdidas irremediables son pocas: unas caricias al gato, un deslumbrante atardecer en el Pacífico, diarios remojados por la lluvia, cervezas no tomadas con los amigos, encuentros no concretados.

Como bien lo predijera Rafa, libros, fotocopias y desordenados apuntes se amontonan en frágiles torres que amenazan con el derrumbe. Hay vasos sucios por todos lados y el polvo forma una cubierta cada vez menos fina que diluye los bordes de las cosas.

Te escribo desde la zozobra de imaginar el reencuentro. Vernos de nuevo será, otra vez, partir de cero. Descubrirte con otra barba, que atisbes el dorado de mis hombros; servirnos de la ausencia como pretexto para largos abrazos en que nuestras manos pretendan descubrir a caricias lo que ocultamos bajo la piel. Mirarnos a los ojos, abastecernos de sonrisas para transitar el próximo alejamiento.

Con sed,

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